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  • Carmen con uVe

Memorias de Myanmar


Otra frontera a la espalda. Un nuevo país en la lista y ya van doce. Me gusta escribir sobre las primeras impresiones al llegar a un nuevo país y leerlas semanas después, cuando esas extrañezas han pasado a ser comportamientos normales, rasgos que caracterizan a un pueblo que deja de ser desconocido.

Cuando echo la vista atrás y pienso en los días pasados en Myanmar, los recuerdos tienen color dorado, color a tierra seca, olor a sándalo y sabor a cúrcuma. Cuando pienso en Myanmar, me vienen a la mente imágenes de sus hermosas mujeres con dibujos de tanaka en el rostro, jazmín adornando su pelo y una sobrilla para protegerse del sol; imágenes de hombres vestidos con longhi y con la boca enrojecida por el betel; e imágenes de niños que saludan con ojos brillantes a los pasajeros del tren. Myanmar es el país de las pagodas, de las marionetas y de los carros tirados por bueyes. Un lugar donde los trenes circulan lentamente y los coches demasiado rápido. Un país que se abre poco a poco al mundo tras años de represión y cuyos habitantes observan con cautela los cambios del nuevo gobierno.

Llegamos a Myanmar en un momento importante. La gente se preparaba para recibir el nuevo año (budista) con el festival del agua, la celebración más importante del calendario birmano. Sus habitantes reciben con ilusión a los turistas que quieren pasar con ellos estas fechas. Además, el país acaba de pasar los primeros comicios democráticos de la historia tras años de dictadura y aunque la sombra de los militares sigue presente, los birmanos hablan con esperanza sobre los cambios que se llevarán a cabo con el nuevo gobierno. No son pocos los que nos sacan el tema y hablan con orgullo de lo conseguido y del hecho que Aung San Suu Kyi (más conocida como "The Lady") sea una figura esencial.

Myanmar iba a ser nuestra última parada en el sudeste asíático y se convirtió en un perfecto broche final. Un mes de calor intenso en el que recorreríamos las principales ciudades del país y disfrutaríamos de la sabrosa cocina birmana, acompañados por las sonrisas y amabilidad de un pueblo que parece no guardar rencor a la historia. Descubriríamos la vida de quienes viven en torno al Lago Inlé, de los que respiran el aire de las ciudades o de quienes cultivan té en las montañas. Aprenderíamos algo de todos ellos pero también de todos los viajeros que nos encontraríamos en el camino.

Nuestro diario de viaje esta lleno de recuerdos y buenos momentos de nuestro recorrido por Myanmar. A continuación os dejamos una serie de fotos que muestran algunos de ellos. En los próximos post os invitamos a seguir nuestros pasos por este maravilloso país.

Birmanas visitando la pagoda Swhedagon

Niños saludando a los pasajeros del tren camino de Bagán

Una mujer con sus hijos delante de uno de los templos de Bagán

Personaje satírico del teatro birmano.

Preparando el famoso betel (una mezcla de tabaco, nuez de betel (areca) y otros estimulantes) que se masca y enrojece la boca. Son muchos los birmanos que lo consumen por lo que se pueden encontrar puestos de venta en cualquier esquina.

Una mujer preparando la cena en su casa, en el Lago Inlé.

Un hombre recoge jugo de palma con el que luego preparará orujo y aceite.

Un pescador recoge algas en el Lago Inlé

En Myanmar aún se utilizan los carros de madera tirados por bueyes.

En Myanmar los niños empiezan a trabajar muy jóvenes. Es el aspecto más difícil de viajar por el país. Es frecuente que ocupen los puestos de camareros en los bares y restaurantes o de la limpieza en los hoteles.

Una niña palaung (etnia del noreste del país) en el corredor de su casa.

Un niño que nos encontramos en nuestra ruta por Hsipaw

Una señora birmana vende flores a los pasajeros del tren.

En el Lago Inlé mucha gente vive en casas flotantes y estas pequeñas barcas de madera son el medio de transporte más habitual.

Vacas y bueyes son decorados para las fiestas y los festivales.

Las mujeres de las etnias montañosas bajan a vender sus productos al mercado. La manta de cuadros liada a la cabeza es un accesorio característico de las mujeres de estas etnias.

Las estaciones de tren son mercados y los pasajeros aprovechan para reponer provisiones.

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