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  • Carmen con uVe

La historia de Chin


Hoy es 8 de marzo, fecha en que se celebra el Día Internacional de la Mujer. Aquí, en Laos, es fiesta nacional y vemos a grupos de mujeres reunidas para comer juntas, haciendo picnic o celebrándolo en familia entre risas y copas de lao-lao. De Zoe, nuestra anfitriona en Luang Prabang aprendemos que en Laos es un día "especial" para las mujeres ya que el marido prepara la comida y, por un día, la mujer no tiene nada más que hacer que disfrutar de su tiempo libre.

En occidente este día se vive de una forma completamente distinta. Leo en el Facebook los mensajes de amigos que felicitan a todas las mujeres y otros de amigas que reivindican la igualdad… que no sólo debe ser un día al año. Cierto es que en Europa aún quedan muchas cosas por hacer pero el verdadero reto para conseguir la igualdad está en estos países en los que el papel de la mujer es aún muy distinto al del hombre.

Me pierdo en mis pensamientos y me acuerdo de Chin, la mujer de Mr. Kee. Con ellos pasamos tres días antes de venir a Luang Prabang. Cuando nos hospedamos con una familia podemos participar en las actividades de su día a día. Normalmente la gente va a cazar, pescar o trabajar con Mr. Kee. Efrén pasó con él mucho tiempo y aprendió muchísimas cosas ya que es uno de los jefes del poblado. A mí, en cambio, me apetecía más ver como era la vida de Chin, la vida de una madre de familia en el Laos más rural.

Vimos a Chin por primera vez cuando caminábamos hacia Huay Bo. “I have room for you”, nos gritó desde una huerta al lado derecho del camino. Al decirle que íbamos a ver a Mr. Kee nos respondió alegre: “My husband”. Más tarde la ayudaríamos a limpiar las cebollas que acaba de recoger y así conseguiríamos romper el hielo. A la hora de la cena, me ofrecí a ayudarla y fue cuando entré por primera vez en la cocina. Fue en ese momento cuando tuve la sensación de haber viajado en el tiempo. Cacerolas ennegrecidas por la cocina de leña, un gato negro tumbado al pie del fuego, cacharros, taburetes de madera…

Limpiando las cebollitas del huerto con Chin y Sunrise

En la cocina ayudando a Chin

Durante los tres días que estuvimos juntas cocinamos bambú, raíces, sticky rice (un tipo de arroz que nunca falta en la mesa laosiana), y hasta una gallina que acababan de matar y nos tocó desplumar entre las dos. Nunca pensé que fuese a hacer algo así, pero donde fueres…

Desplumando un gallina :(

En estos ratos con Chin en la cocina hablábamos de todo lo que su inglés nos permitía. Yo quería conocerla, saber tantas cosas como ella me quisiese contar y me pareció que lo mejor era empezar por su familia. Chin es de un pueblo cercano, al otro lado del río. Tiene varios hermanos y un par de hermanas y la mayor de ellas vive en Vientiane, la capital del país. Chin se vino a vivir a Huay Bo al casarse con Mr. Kee y juntos tienen dos hijos: una niña de catorce años que vive en Nong Kiaw con sus tíos ya que estudia en el instituto y un hijo de 10 años que vive con ellos. Es un pescador y cazador excelente como podríamos comprobar durante nuestra estancia en Huay Bo.

La gente de Huay Bo pertenece al grupo étnico de los Khamu. Los Khamu son grandes conocedores de la naturaleza y aprovechan todo lo que tienen a su alcance. La madre tierra les da de comer, les mantiene calientes, les proporciona agua y medicinas naturales. Son unos supervivientes natos. Los niños de cinco años podrían perderse en el bosque y sobrevivir varios días, incluso semanas. Yo dudo que alcanzase los cuatro días antes de ser mordida por una serpiente venenosa o comer algo me dejase tiesa.

A Chin le gusta cocinar y echarle mucho picante a la comida. También le gusta tejer. Las mujeres de las zonas rurales en Laos dedican gran parte de su vida a trabajar en su telar, lo que además de ser un agradable pasatiempo es una ayuda imprescindible para la economía familiar (gracias a la venta de faldas y pañuelos). El trabajo minucioso y delicado de Chin tejiendo es hipnotizador. Todos los que por allí pasamos nos quedamos un rato enganchados al ritmo que marca el telar.

A veces cometemos el error de pensar que quien tiene menos es más feliz. Es cierto que uno debe aprender a vivir con poco. Sin embargo, decimos esto desde una postura muy cómoda, de quien tiene tanto que olvida valorar lo que es realmente importante. Cuando le pregunté a Chin si era feliz viviendo en Huay Bo me dijo que no. Que ella preferiría vivir en la ciudad, pero que eran pobres y no se lo podían permitir. Pensé en cuando me habló de su hermana que vive en la capital. Probamente ella viva en un apartamento lleno de muebles y electrodomésticos que Chin no se puede permitir, entre otras cosas porque en Huay Bo aún no hay electricidad 24 horas. Su hermana saldrá al cine alguna vez o a bailar. Cuando Chin va a visitarla suele quedarse un par de semanas y es lo más parecido a unas vacaciones. Su marido, Mr. Kee, también sueña despierto con tener electricidad y un iphone. Le encanta ver los vídeos de los teléfonos de todos sus huéspedes. Y el mejor momento del día para la familia es cuando se juntan los tres a ver “the thai movie”, siempre a las 8 y media de la tarde. La “película” es una novela tailandesa que tiene enganchada a media Asia.

Con pocas palabras y muchas sonrisas aprendí mucho del día a día de Chin y en cierto modo nos hicimos amigas. Ella pasa todo el día en casa trabajando, cocinando, tejiendo, atendiendo a los huéspedes y charlando con alguna vecina que pasa a visitarla. Le gustaría tener más hijos pero no puede: “ somos pobres” vuelve a decir, “y más hijos son más gastos“. La escuela, el médico… todo hay que pagarlo en este país que presume ser comunista. Revivo por un instante la conversación con Kessara en una terraza de Phom Penh.

En la guía de viaje de Laos se puede leer que la mujer ocupa un segundo puesto, detrás del hombre. En la calle la diferencia no es tan palpable, muchos negocios los llevan las mujeres, conducen motos, coches, y se juntan con las amigas, como hoy día 8 de marzo. Las diferencias las encontramos dentro de casa como ocurre en tantos países. La mujeres se tienen que ocupar de las labores del hogar, de cuidar los niños, de cocinar para toda la familia… Las decisiones importantes las toma el hombre de la casa. En el gobierno pasa algo parecido. Son pocas las mujeres que alcanzan puestos de responsabilidad. Las elecciones se acercan en Laos y podemos ver en Huay Bo los carteles electorales. Entre todos los candidatos sólo hay dos mujeres, que no me cabe duda son hijas de…, mujeres de…, amigas de… Algo cuanto menos curioso en un país en el que se convocan elecciones a pesar de que solo existe un partido. Pero esto es otro tema.

El último día decidimos comer con la familia antes de volver a Muang Ngoi. Entro por última vez en la cocina para ayudar a Chin a preparar la comida. En estos pocos días hemos cogido confianza. Me dice que le gustaría que me quedase más tiempo para cocinar juntas. Le respondo con mi sonrisa más sincera y le digo que a mi también me gustaría. Es una de las experiencias más bonitas que hemos vivido hasta ahora en este viaje.

Chin con las manos en la masa

En el camino de vuelta Efrén y yo nos preguntamos si habrá mucha gente que se interese en ella durante la visita. Si habrá muchos visitantes, sean hombres o mujeres, que flanqueen la puerta de su cocina. Sabemos que a la gente le gusta Mr. Kee, tan dicharachero, tan simpático. Es él quien aparece en los anuncios, quien responde al teléfono, quien pide ayuda para el trabajo y quien cobra las estancias. Sin embargo, Chin hace la mayor parte del trabajo. Limpia las habitaciones, lava las sábanas, prepara las comidas y pasa el día en el restaurante por si viene algún cliente nuevo.

Mr. Kee es un buen hombre. No hace de menos a su mujer, al menos a ojos de los turistas. Creo que somos nosotros lo que hacemos la diferencia. Los que sin darnos cuenta damos más importancia al “hombre de negocios” y no a la “mujer de la limpieza”. Los que lo acompañamos, le preguntamos por su vida y por la vida del pueblo e ignoramos a la mujer que prepara la comida y pasa el día en el telar con una sonrisa… porque su inglés no es tan bueno. Y aceptamos que ella no participe en la “cena familiar” porque no acostumbran hacerlo así. Solo Mr. Kee comparte cena con los invitados. Por eso la invitamos y le dijimos que nos gustaría que ella también ocupase su sitio en la mesa. Y así lo hizo el resto de las veces. Y así fue como Chin empezó a participar en la “cena familiar”.

De poco sirve salir a manifestarse por los derechos de las mujeres el día 8 de marzo si en el día a día no cambiamos nuestra actitud. Para conseguir la igualdad, como muchas otras cosas, hay que empezar por los pequeños detalles. Hay que romper los estereotipos y las pequeñas barreras. Hay que invitarlas a ocupar su sitio y si hace falta meterse hasta la cocina.

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos

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