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  • Carmen con uVe

Reencuentros en la costa este: roadtrip


Llevábamos ya un mes en Australia cuando nos embarcamos en la última aventura antes de cruzar el Pacífico con destino al continente americano. Nos echábamos de nuevo a la carretera al más estilo australiano, en una furgoneta con la bandera pintada en los laterales, pero sin tabla de surf. Y cómo no podía ser de otra forma, estaríamos acompañados por un amigo. Desde que entramos en Australia habíamos disfrutado de la compañía de viejos amigos, primero con Miguel, en la costa oeste, y luego con Icía en la costa este. Esta vez, nos acompañaría un amigo más bien reciente, pero no por ello menos especial. Con él recorreríamos la costa de Brisbane a Herbey Bay por carreteras interiores, descubriendo lugares un poco alejados de la costa y por ello menos turísticos.

A Matt lo habíamos conocido en un hostel de Bagán, en Myanmar. Estaba tocando la guitarra con Alex, otro joven francés, al que había conocido también viajando en solitario. Con ellos dos y con Lily, habíamos viajado por el país y habíamos hecho muy buenas migas. Los cinco nos volveríamos a juntar en Nepal. Al momento de este encuentro, sus caminos se habían separado pero los nuestros se volvían a juntar.

Nunca olvidaré el largo abrazo que Matt me dio cuando nos reencontramos en aquella área de descanso a las afueras de Brisbane. A veces hay gestos que significan mucho más que miles de palabras. A los tres nos emocionaba el reencuentro. Nos habíamos hecho grandes amigos y compañeros de viaje. Los siguientes diez días no veríamos los lugares más maravillosos de Australia, pero disfrutamos de la compañía mutua y de pequeños placeres como el sonido de la guitarra de Matt al calor de una hoguera. El fuego había sido un hilo conductor de nuestro viaje por Australia.

Teníamos poco tiempo y un presupuesto apretado, así que nuestro recorrido iba a ser relativamente corto. Subir hasta la Gran Barrera de Coral en tan poco tiempo no era una buena idea y además no teníamos dinero para bucear. Así que nos propusimos llegar tranquilamente a Herbey Bay por el interior y bajar por la costa, pasando por Noosa y Sunshine Coast, que son probablemente los lugares más bonitos y turísticos de la zona. Nos hubiese gustado también visitar Fraser Island, la isla de arena más grande del mundo, pero para moverse por esta isla se necesita un 4x4, así que lo dejamos para una futura aventura por Australia en todo terrero.

La costa este, como ya contamos en nuestra entrada anterior, está mucho más poblada que el resto del país y bastante más acondicionada en lo que a infraestructura se refiere. Es un lugar ideal para viajar en furgoneta con poco presupuesto ya que tanto los Parques Nacionales como muchos campings y áreas de descanso son gratuitos. Obviamente estas últimas no están ubicadas en los lugares más privilegiados, sino cercanas a las carreteras o incluso en medio de alguno pueblo. No obstante son perfectos lugares para una parada nocturna. Suelen contar con baños y a veces incluso con un punto de agua, un lugar para lavar los platos, hacer hogueras o incluso duchas. Sin duda, los australianos son los reyes en eso de la acampada.

Montados en nuestras furgonetas llamativas, recorrimos unos 1000Km pasando por pueblos de interior como Gympie o Edmundi. Paseamos por parques naturales como el D'Aguilar National Park o el Deer Reserve Park, donde se puede visitar el Lago Wivehoe. Comimos en barbacoas eléctricas municipales y también cocinamos en el fuego de la hoguera. Tuvimos la suerte de ver imágenes cotidianas de los australianos que quizás no sean las típicas como mercadillos locales, una feria de coches antiguos o a los jubilados jugando al bowling (los bolos australianos).

De Matt nos despedimos en un rest area con un fuerte abrazo, como el que nos dimos al reencontrarnos días antes y con los mejores deseos. Nuestro amigo se quedaba en un pequeño pueblo del interior de Queensland buscando trabajo entre las granjas del lugar. Nosotros continuábamos el viaje hacia el sur por la costa. Pasamos por Noosa para visitar su fantástico Parque Natural, donde por fin pudimos ver una equidna y un koala en libertad.

Si hubiésemos tenido tiempo nos hubiéramos pasado unos cuantos días más por esta zona pero la hora de dejar Australia se acercaba y teníamos que volver a Brisbane a devolver la furgoneta. La última noche la pasamos en un hostel de esta ciudad australiana sin mar. Tercera ciudad más grande del país, Brisbane es una ciudad para trabajar. Los que la conocen mejor aseguran que los fines de semana y los días de vacaciones la ciudad se vacía. Aún así parece una ciudad muy agradable para vivir y merece la pena darse un paseo y descubrir su vida.

Se cerraba otro capítulo de esta vuelta al mundo y marcábamos otro continente en nuestro mapa de aventuras. Australia, un lugar que nos llamaba poco al principio, dejó huella. Pocas son las hojas del diario que se han llenado con las historias australianas, probablemente porque las pasamos entre buenos amigos. Esta tierra tan vieja nos ayudó a conectar con nosotros mismos y marcó sin duda un antes y un después de este año increíble de nuestras vidas.

América nos esperaba, cargada de sorpresas y de gente que nos enamoraría. Porque la tierra roja y vieja de Australia es mágica, pero a veces parece yerma, como sin vida. Sin embargo la tierra que riega el Amazonas, la que cuidan los Andes, la de los antiguos aztecas, los incas o los mapuches, está aún llena de vida. Una tierra que late, que respira y que te susurra.

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