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  • Carmen con uVe

Diario de Rusia: Ekaterimburgo


Como muchos de vosotros recordareis de las clases de geografía, el territorio de Rusia está dividido en dos continentes: Europa y Asia. La frontera natural que da lugar a esta división es la cordillera de los Urales. Nuestra siguiente parada en el Transmongoliano la hicimos en la ciudad de Ekaterimburgo, situada sobre esta imaginaria frontera. Para nosotros Ekaterimburgo fue una parada más bien estratégica para reponer provisiones antes de emprender el tramo más largo de nuestro Trasnmongoliano: 55 horas non stop que nos llevarían hasta el Lago Baikal.

Aunque la ciudad no tienen mucho que ofrecer desde el punto de vista turístico tiene su encanto particular. Lo mejor para descubrir la ciudad es seguir la ruta roja, una línea roja pintada en las calles de la ciudad que guía al viajero a través de 30 lugares de interés: la calle Veiner, la plaza 1905, la casa Savastianov (actual residencia y centro de reuniones de Putín cuando viaja a Ekateriburgo), el edificio de la administración local así como diferentes estatuas y museos. Nosotros hicimos esta ruta de forma que terminamos en la Catedral de la Sangre Derramada donde nos esperaba Dasha, una chica rusa que Efrén había conocido durante su estancia en Brno (Repúbica Checa) hace años.

La Catedral de la Sangre Derramada lleva este nombre en recuerdo de un capítulo trágico en la historia de la rusa zarina: el asesinato del último zar, Nicolas II y toda la familia Romanov. Durante la revolución bolchevique los Romanov estuvieron bajo arresto domiciliario hasta que en julio de 1918 todos los miembros de fueron asesinados en la casa Ipatiev, lugar que ocupa actualmente la catedral.

Tuvimos la suerte de poder compartir el resto de la tarde paseando con Dasha que nos contaría muchas cosas sobre la ciudad y respondería a nuestras dudas sobre Rusia. Hasta el momento el contacto con los locales había sido escaso y aprovechamos que Dasha habla español para saciar nuestra sed de conocimiento. De este recorrido de la ciudad recorderamos sin duda el paseo a la orilla del río Tobol con la música de jazz de fondo que parecía palidecer las bajas temperaturas.

Ekaterimburgo es importante gracias al desarrollo de la industria minera. Por ejemplo, la bandera de la ciudad lleva el color verde en representación de la malaquita, explotada en otros tiempos pero que en la actualidad ya no se extrae, segñun nos comentó Dasha. Se pueden visitar varios museos relacionados con la minería, geología y mineralogía. La decadencia de esta industria llegó tras la caída de la Unión Soviética lo que desestabilizó en cierto modo la economía de la zona y dicha crisis condujo a la aparición de mafias que tomaron el control de la ciudad, marcando la vida de Ekaterimburgo en la década de los noventa. Actualmente Ekaterimburgo es una ciudad moderna, llena de rascacielos en el centro que la convierten posiblemente en la tercera capital de Rusia.

El paseo con Dasha lo terminamos en un bar donde fabrican su propia cerveza. Parece que la moda de las cervezas artesanas ha llegado incluso hasta los Montes Urales. Ekaterimburgo es una mezcla extraña entre modernidad e historia rusa. Edificios de distintas épocas se entrelazan convirtiéndola en una ciudad difícil de definir que, sin embargo, es para nosotros lo más parecido al estereotipo de ciudad rusa que teníamos antes de descubrir este inmenso país. Después de un par de cervezas (sidras para mí) volvimos al hostel Redstar (100% recomendable sobre todo por su relación calidad/precio) a recoger nuestras mochilas y nos dirigimos a la estación donde subiríamos a nuestro próximo tren rumbo a Irkust.

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