Cuando en Bruselas, meses antes de comenzar nuestro viaje, nuestro amigo Ranga nos hablaba por primera vez de esta ruta en moto por el norte de India, no nos imaginábamos que esta aventura se iba a convertir, posiblemente, en uno de los retos más duros al que nos enfrentaríamos en esta vuelta al mundo.
Un viaje de dos semanas en el que nos adentraríamos en el corazón del Himalaya,
tomando la infernal ruta de Manali hasta Leh, considerado el tramo de carretera más duro y exigente de todo el país. Un viaje en el que, desafiando las condiciones más extremas y atravesando paisajes salvajes e indómitos, llegaríamos hasta alguno de los lugares más remotos a los que un extranjero puede llegar en el superpoblado subcontinente indio. Un viaje en el que también exploraríamos el estado de Cachemira, uno de los rincones más conflictivos y protegidos del planeta. Un viaje que nos permitiría descubrir muchos de los contrastes que hacen de India uno de los lugares más sorprendentes e intensos que existen. Un viaje, en definitiva, épico.
En el mapa puedes seguir nuestra ruta
LOS PREPARATIVOS
Llegamos a Delhi (punto de partida y final de la ruta) con tiempo suficiente para preparar todo lo necesario en esta aventura. ¿Y qué es lo más importante para un viaje de este tipo? Seguro que la mayoría de vosotros estáis pensando en lo mismo. Pues si: una moto.
Con el propósito de conseguir nuestra "montura" y alguna otra cosa más nos fuimos hasta Karol Bagh, un barrio en el centro de Delhi en el que todo gira en torno a las dos ruedas. Cientos de tiendas se distribuyen por las abarrotadas calles y cualquier cosa relacionada con las motos puede ser comprada o vendida. Tras largo rato buscando allí encontramos el taller de Rahul (website). Una vez discutidas las condiciones y con la experta opinión de Ranga (que con más de 10 años conduciendo motos, no era la primera vez que se aventuraba en una locura como ésta), decidimos que sería allí donde alquilaríamos las dos Royal Enfield Thunderbird 350cc. Durante las siguientes dos semanas aquellas bellas motos se convertirían en nuestras más inseparables compañeras.
Así son las calles de Karol Bagh
¡Tenemos motos!
En un par de días ya habíamos solucionado todo. Además de la moto y el portaequipajes, en Karol Bagh nos equipamos con herramientas y repuestos, garrafas de gasolina, guantes, pasamontañas y cualquier cosa que nos pareció necesaria una vez que estuviéramos allá arriba. La comida y el alojamiento los iríamos buscando por el camino. Lo único que no pudimos encontrar fue una chaqueta para mí, que después encontraríamos en un Decathlon -sí, incluso hasta India ha llegado la marca francesa- del que, cosas del destino, fuimos evacuados junto a miles de indios más después de que la policía decidiera intervenir por el aforo excesivo... aunque esa es una historia que os contaremos otro día.
Tras varios días preparándonos y disfrutando de las comodidades, la hospitalidad y el buen trato que nos ofrecían Promode y Movita (unos buenos amigos de Ranga), todo estaba dispuesto. Al día siguiente, aprovechando el poco tráfico de los domingos por la mañana, dos motos y tres amigos partiríamos en un viaje de dos semanas cargados de ilusión pero sin saber hasta dónde seríamos capaces de llegar. De la ruta y todo lo vivido dejamos constancia en nuestro diario de a bordo que encontraréis a continuación.
Nuestra Royal Einfield Thunderbird 3500cc
(Etapa 1) Delhi – Chandigar (270 km): la aventura comienza
Al salir temprano, el tráfico intenso que habita las calles de Delhi aún no había hecho acto de presencia. El día amaneció lluvioso y aún sin haber salido de la ciudad ya estábamos empapados y, además, el viento fuerte de costado, ya en la autopista, no nos ponía las cosas nada fáciles. Pese a todo fuimos ganando kilómetros y en unas ocho horas llegamos a Chandigar. Tras encontrar un hotel barato nos fuimos en busca de un taller mecánico donde reparamos algún problema sin importancia en nuestra montura.
Esta ordenada ciudad (por eso es famosa), con poco realmente reseñable desde el punto de vista turístico, ostenta la peculiaridad de ser la capital de dos estados indios: Punyab y Jariana. Para liar un poco más la cosa, la ciudad en sí misma no pertenece a ningún estado y se considera administrativamente un territorio federal. Es aquí, en Chandigar, dónde más se nota la presencia de sijis (en inglés sikhs). Los seguidores de esta secta-religión se reconocen fácilmente por sus característicos turbantes, sus frondosas barbas y según dicen, su mal genio.
Última foto antes de partir
(Etapa 2) Chandigar - Manali (295 km): el grupo crece
Las primeras horas de esta segunda etapa se caracterizaron por la tranquilidad que disfrutamos en los tramos de autopista que atravesamos velozmente por la mañana. Tranquilidad que, desgraciadamente, no duró mucho. En la segunda mitad del día dejamos atrás las "motorways" indias para adentrarnos por las primeras curvas de las carreteras del montañoso estado de Himachal Pradesh. Fue en uno de estos tramos de giros locos y numerosos adelantamientos a camiones donde nos encontramos con Viswha y Sandesh, dos moteros que llevaban un recorrido similar al nuestro y de los que ya no nos separaríamos hasta el final de esta aventura.
Con las primeras estribaciones del Himalaya al fondo, el paisaje que nos acompañaba fue tornándose cada vez más espectacular aunque, como Ranga repetía sin cesar, lo mejor estaba por llegar en los próximos días. Casi de noche, vislumbramos finalmente Manali. Esta estación de montaña es uno de los destinos favoritos de muchos indios para escapar del calor asfixiante de las ciudades. Nosotros llegamos aquí en plenas vacaciones escolares por lo que el atasco que encontramos es difícil de explicar si uno no entiende el concepto de multitud desde la perspectiva india. Tras atravesar el tumulto llegamos a duras penas a una nocturna Old Manali (destino preferido por turistas israelitas) donde encontramos un buen alojamiento para descansar.
Riders (de izq. a dcha.): Efren, Sandesh, Vishwa, Carmen y Ranga.
Los primeros paisajes montañosos en Himachal Pradesh
(Etapa 3) Descanso en Manali.
Tras conducir más de 550 kilómetros en dos días, tanto Carmen como yo, estábamos destrozados. Pasarse tantas horas encima de una moto no es algo a lo que estemos acostumbrados, así que tuvimos que convencer a Ranga para tomarnos un día de descanso. Durante el día libre aprovechamos para solicitar los permisos necesarios para continuar por la ruta que teníamos prevista y de paso visitar un poco el centro del esta ciudad vacacional. Estos permisos se obtienen en una oficina situada en la céntrica plaza de la ciudad. Hay que presentar la documentación de la moto y rellenar un impreso que se puede obtener allí mismo. La fila en la ventanilla, como suele ocurrir siempre en India, es considerable por lo que es mejor ir con tiempo.
Como el día estaba muy bonito también aprovechamos para dar una vuelta en moto por los alrededores y visitar una cascada cercana. Asimismo, hicimos alguna compra en las tiendas de "artesanía" y disfrutamos la sabrosa comida del norte de India. A la mañana siguiente emprenderíamos el viaje de dos días entre Manali y Leh, por una carretera que sólo se abre al tráfico unas pocas semanas al año, cuando la escasez de nieve y las condiciones de la carretera lo permiten y, siendo así, ¡qué mejor que tomarse el día con tranquilidad para poder atacar con fuerzas lo que se nos venía encima!
Una cálida mañana en Manali
De ruta a la cascada de Jogini
La cascada a lo lejos
Lo mejor está por llegar, ¿nos acompañais?
La aventura continua en Norte de India: diarios de un viaje en moto (segunda parte)