Cualquier momento es es adecuado para viajar. No hace falta ir muy lejos ni tener una semana libre para descubrir un nuevo destino. En esta ocasión escogimos un domingo de invierno para explorar la ciudad de Mechelen, conocida como Malinas en español.
Mechelen se encuentra a unos 25 Km al norte de Bruselas, camino de la ciudad de Amberes. Puede que como nosotros nunca hayas oído hablar de esta ciudad, sin
embargo su torre, su plaza central, sus iglesias o sus beguinajes hacen de Mechelen una parada obligada en el país de los gofres y el chocolate.
Desde Con uVe de Viaje creemos que el mejor consejo para visitar Malinas no es otro que el de perderse por sus callejuelas adoquinadas y admirar sus edificios históricos.
Uno no puede perderse ningún detalle ya que las fachadas guardan muchos secretos, y animamos a los visitantes a encontrar la calle dónde se encuentra la casa con un escudo de Felipe II que simboliza el inmenso territorio que llegó a ocupar el Imperio Español de Carlos V. Además, no en vano recomendamos especialmente esta ciudad a los amantes de la historia ya que, en la época de los Duques de Borgoña, Malinas era la capital, título que mantuvo hasta que en 1530 Carlos V la trasladó a Bruselas. Actualmente, Mechelen sigue siendo la capital religiosa de Bélgica. Lo demuestran sus innumerables iglesias que esconden obras de artistas tan conocidos como Rubens o su conocida Procesión de Hanswijk, una fiesta que reúne en Mechelen a miles de personas.
Dado que viajamos en tren, comenzamos la visita desde la estación central y nos dirigimos directamente a la Oficina de Información Turística por la calle Hendrik Conciecestraat que se une a la Brul conduciendonos hasta la Grote Markt.
Muy cerca, en la oficina de turismo recogemos nuestro mapa Use-it -que aconsejamos siempre que esté disponible- ya que descubre al viajero no sólo los monumentos principales de la ciudad sino también rincones especiales recomendados por la gente local y que sin duda no aparecen en las guías convencionales. Los mapas Use-it son gratuitos y hay que pedirlos, ya que a nosotros, por defecto, nos ofrececieron un mapa de pago.
Sin salir de la plaza nos encontramos con varios de los monumentos más bellos y emblemáticos de la ciudad: el Stadhuis (actual ayuntamiento, antiguo salón de los tejidos), con su campanario inacabado y las casas gremiales de la Grote Markt y la Catedral de San Rumoldo con su imponente torre, esta última declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Si nos tomamos unos minutos, ya sea sentados en una de las terrazas de la plaza o caminando por la misma, es interesante fijarse en los detalles de la parte alta de las fachadas. Podemos ver no sólo las figuras típicas representando los oficios medievales sino también algunas más peculiares como una especie de Manneken pis en tres dimensiones.
A un lado de la plaza, delante el ayuntamiento, se encuentra la estatua de Opsinjoorke. Esta estatua de bronce representa al marido borracho y mujeriego. Cuenta la leyenda que cuando un hombre era infiel a su mujer, las mujeres de Malinas lo castigaban lanzándolo al aire con una sábana. Con lo años esta práctica se convirtió en una tradición, por lo que en las fiestas y procesiones se mantea el Opsinjoorke (un muñeco, claro, no la estatua de bronce). El más antiguo está tallado en madera y se puede visitar en la Oficina de Información.
No podemos dejar la plaza sin antes subir a la Torre de San Rumoldo, en la misma catedral. Construida por la familia de arquitectos Keldermans entre finales del s.XV y principios del XVI, esta torre es única ya que no está terminada. Las causas por las que no se terminó su construcción son aún desconocidas. En 1492 esta torre sufrió un terrible incendio que causó muchos daños materiales. Esto fue un golpe duro para los habitantes de la ciudad que admiraban la construcción de su torre hacia el cielo. Siete años más tarde, en 1499, se reanudan los trabajos gracias a las regulares partidas de dinero que la ciudad invertía en erigir la torre.
La torre mide 97,30 metros y cuenta con más de 500 escalones. Sin embargo, la subida no resulta dura ya que se pueden visitar diferentes salas en las que se pueden observar las entrañas de esta torre gótica. Entre otras se puede visitar la sala de forja, la sala del reloj o la del carillón. Lo más impresionante es que todo el mecanismo -49 campanas de todos los tamaños, ¡la mayor de casi 9 toneladas! y un carillón del s. XVIII- sigue funcionando como lo hacía hace siglos.
El sonido de sus campanas acompañan al viajero durante toda la visita a Malinas, son los latidos que bombean el corazón de la ciudad -no conviene olvidar que alberga una muy importante escuela de carrillón-. Y para quienes quieran disfrutar del espectáculo en directo, pueden hacer coincidir la visita a la torre con alguno de los momentos en que las campanas se ponen en funcionamiento.
Otra de las visitas obligadas de la ciudad son los beaterios o Beguinajes. Los beaterios son conjuntos de casas y edificios que en la Edad Media formaban pequeñas comunidades. Además de las viviendas, normalmente cuentan con una plaza, una iglesia y espacios verdes.
En aquel tiempo, era el lugar donde vivían las beatas, mujeres que decidían consagrar su vida a Dios y a los demás pero sin retirarse totalmente del mundo. Muchas de ellas, viudas debido a la enfermedades o guerras, encontraban en esta comunidad una segunda familia.
Podemos encontrar beaterios en muchas ciudades flamencas. En Malinas en concreto hay dos: el grande y el pequeño. La mejor forma de visitar estos lugares es perderse por su callejuelas, disfrutar de la paz y tranquilidad que respiran sus paredes.
Tras perdernos por los beguinajes de Malinas nos encontramos en el lado de la ciudad opuesto a la estación de tren. Concretamente en el número 153 de la calle Goswin de Stassar podemos visitar el museo-memorial Kazerne-Dossin dedicado a las víctimas del holocausto y a los derechos humanos. El edificio rompe con la armonía arquitectónica de la ciudad, un gigante blanco frente a los edificios antiguos de la pequeña Mechelen.
De vuelta al centro de la ciudad pasamos por Iglesia de San Juan donde se encuentra el cuadro de Rubens “la Adoración de los Magos”, al menos una de sus numerosas copias. En Mechelen hay ocho iglesias históricas y en casi todas ellas se esconden obras de arte de Rubens o de otros artistas por lo que conviene pararse a descubrir que secretos ocultan.
cerca de la plaza Vee Markt y de los palacios de las
Margaritas (de Austria y de York). Decorado con gallos por todos lados, el bar más antiguo de Mechelen nos recuerda la bandera de los valones, representada por un gallo, contrario al león flamenco.
Desde aquí paseaos a través del centro camino del final de nuestra la visita a Malinas deleitándonos con sus casas gremiales y medievales, algunas de ellas con fachadas de madera y descubriendo rincones inolvidables como el Groen Waterke. Decidimos hacer un nuevo alto en Vismarkt, una plaza rodeada de bares, la zona más animada de este rincón de Flandes, concretamente descubrimos De Gouden Vis, con una bonita terraza sobre el canal. Al otro lado del río, nada más cruzar el puente podemos ver una peculiar estatua de Ludwig Van Beethoven. Por su fealdad, al observarla es inevitable pensar que el escultor debía odiar al compositor alemán. El abuelo de este prodigioso músico nació en esta ciudad, razón por la cual se le dedicó una estatua junto a su nieto. En la actualidad ya sólo podemos ver al pequeño y feo Ludwig Jr.
El último paseo antes de dejar la ciudad no puede ser otro que el que recorre la orilla del canal del rio Dijle hasta llegar al bonito parque Kruidtuin y su jardín de hierbas. En invierno es agradable pasear por este paseo de madera y admirar la parte baja de los edificios. Indudablemente el paseo será más atractivo en primavera, cuando los árboles y plantas florezcan y el paseo se convierta en una pasarela de colores. Habrá que volver...
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