Cuando el proyecto de la vuelta al mundo era solo un borrador de viaje, nuestro idea original era cruzar América Central por tierra, aunque sabíamos que esa parte de la ruta quedaba más o menos en el aire, ya que no nos podíamos imaginar que iba a ser de nosotros a esas alturas de la aventura. Como era de esperar, la realidad fue bien distinta ya que finalmente, por motivos de tiempo y dinero, decidimos saltarnos toda esa parte y volar directamente desde México hasta Perú, ya en la parte austral del continente americano.
Aunque los estados mexicanos de Oaxaca y Chiapas pertenecen geográficamente a Centroamérica, sentíamos que no estábamos pisando realmente esa parte del planeta por lo que decidimos hacer una breve incursión hacia Guatemala, un país del que no sabíamos casi nada pero que esconde muchos lugares únicos por descubrir, con sitios arqueológicos impresionantes, ciudades llenas de vida y color, naturaleza desbordante y una suculenta gastronomía, quizás no tan espectacular como su vecino norteño, pero muy digna de conocer.
Nuestro paso por Guatemala no llegó ni a dos semanas, pero durante el tiempo que estuvimos allí, aprovechamos para hacer un recorrido que nos permitiera llegar a aquellos destinos que consideramos imprescindibles y que cualquier viajero que visite el país debe tener en cuenta. En esta nueva entrada, además de hacer un repaso a todos esos lugares, también queremos compartir con todos vosotros como llegamos a los distintos lugares y dónde nos alojamos, teniendo en cuenta que siempre intentamos usar los transportes locales más económicos y dormir en alojamientos que no excedieran nuestro presupuesto low cost. ¡Bienvenidos a Guatemala, el corazón del mundo maya!
Antigua Guatemala desde el Cerro de la Cruz
Antigua
Llegamos (y también nos fuimos) a esta bella ciudad colonial, desde Ciudad de Guatemala, en uno de los cientos de chicken bus que unen estas dos ciudades (en la capital salen desde la Calzada Rooslvelt, cerca de la estación Santa Cecilia). Estos viejos autobuses escolares estadounidenses redecorados con mil colores son la forma más barata de moverse en Centroamérica y, pese a las historias de accidentes y asaltos, es el sistema de transporte en la que se mueve la mayoría de gente local y el que usamos nosotros siempre que tuvimos ocasión. Ya en las adoquinadas calles de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, popularmente conocida como Antigua Guatemala, buscamos entre los cientos de opciones un alojamiento que se adecuase a nuestro presupuesto, concrétamente el International Mochilero Guesthouse donde pagamos 100 quetzales (unos 12€) por una habitación privada con baño compartido.
Así se mueve la población local
Los coloridos "Chicken bus" en Antigua
Antigua Guatemala fue capital colonial entre los siglos XVI y XVIII, siglo en el que varios terremotos la dejaron reducida a escombros. Pese a todo, la ciudad nunca fue completamente abandonada por sus habitantes y llega hasta nuestros días como un ejemplo espectacular de arquitectura barroca española en el Nuevo Mundo, siendo Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1979. Comenzando por el Parque Central y siguiendo su cuadrícula de calles adoquinadas, uno no puede perderse la Catedral de San José, el Palacio de los Capitanes Generales ni el fotogénico Arco de Santa Catalina.
También son imprescindibles el museo del Hermano Pedro (al lado de la iglesia de San Francisco el Grande), y las iglesias y los conventos de Santa Clara, de las hermanas Capuchinas y el de la Recolección, este último muy cerca del mercado central, lugar perfecto para perderse y comer muy barato. Para ver la ciudad desde arriba se puede visitar el mirador del Cerro de la Cruz, desde donde además se ve el volcán del Agua, uno de los volcanes que vigilan a la ciudad. Muy cerca de Antigua, también se encuentran el volcán del Fuego, el de Pacaya y el famoso Acatenango, de casi 4000 metros de altura sobre el nivel del mar.
Catedral de San José
Municipalidad (Ayuntamiento) de Antigua
Ruinas del convento de Santa Clara
Con las vendedoras antigüeñas
Livingstone
Existen sólo dos maneras de acceder a este pequeño pueblo del caribe guatemalteco. Nosotros llegamos en lancha, por el mar Caribe, desde Puerto Barrios (35 Qz por persona) y nos fuimos, también en lancha, por el río hacia Río Dulce (125 Qz). Para llegar a Puerto Barrio lo hicimos en los autobuses Litegua (80 Qz), que salen desde una pequeña calle en la zona 1 de Ciudad de Guatemala. Al llegar al pequeño puerto de Livingston, siempre hay gente esperando a turistas para ofrecerles alojamiento. A nosotros nos convenció un garífuna para que le acompañáramos hasta el African Place Hotel, un peculiar hotel de estilo árabe, un poco alejado del bullicio de la calle principal y donde pagamos únicamente 80 Qz (9€) por una habitación con baño privado.
Embarcadero de Pto. Barrios
Horarios desde Livigston
El principal atractivo de Livingston es descubrir a los garífunas, una comunidad de afrodescendientes que llegaron a las costas de Guatemala al escaparse de un barco de esclavos. Asentándose en un lugar de difícil acceso, han conseguido llegar hasta la actualidad, viviendo en armonía con los indígenas de la zona, conservando su propio idioma, su cultura y su rica gastronomía (destacamos sobre manera el restaurante Las Tres Garífunas, más elegante y para turistas, y el comedor Mary, muy barato y donde solo os encontraréis gente local). La vida en el pueblo transcurre de espaldas al mar ya que las playas de Livingston no son especialmente bonitas. Si uno quiere darse un baño o relajarse junto al mar, recomendamos alejarse hasta el Hotel Salvador Gaviota (para llegar desde Livingstone hay que ir en Taxi o Tuk Tuk hasta la aldea Queuheche y una vez cruzado el puente continuar siguiendo la costa unos 10 minutos). Desde el hotel se puede continuar caminando por la playa, aunque también hay lanchas desde pueblo, hasta llegar a la puerta de entrada de Los Siete Altares (20 Qz por persona), una serie de piscinas naturales escavadas cerca de la desembocadura de un pequeño río y en un entorno de selva fascinante (conviene preguntar por el nivel del agua ya que en alguna época están casi secas).
En el mismo Africa Place encontramos a la gente de Beluba Luba Furendei, una asociación que admite voluntarios y ofrece una biblio-ludoteca a los niños locales. También se pueden contratar excursiones hasta los cayos de Belize o también hacia la selva. La lancha de salida hacia Río Grande atraviesa la selva, haciendo varias paradas a lo largo del recorrido, como por ejemplo en una surgencia de aguas termales, en un pequeño recodo del río, lleno de nenúfares y dónde los indígenas aprovechan para vender artesanía, finalizando el trayecto en el castillo de San Felipe de Lara, puerta de entrada hacia el Lago Izabal. Por todo el recorrido cobran 125 Qz por persona, por lo que casi podemos considerar este trayecto más como una excursión y no un simple medio de transporte.
Colorido Livigston
Paseando por las tranquilas calles del pueblo
Un pequeño paraíso llamado Salvador Gaviota
Pasando el día con Beluba Luba Furendei
Castillo de San Felipe de Lara, puerta de entrada al Lago Izabal
Tikal/Isla de Flores
Al ser, posíblemente, el destino más solicitado por los turistas (tanto internacionales como nacionales), llegar hasta la Isla de Flores o lo que es lo mismo, la población mas grande cercana al sitio arqueológico de Tikal, es bastante fácil y hay muchas opciones. Como nosotros siempre intentamos ahorrar unos queztales, desde Rio Grande nos tocó ir varias de las 6 horas que dura el trayecto, en el suelo de un abarrotado autobús sin aire acondicionado (75 Qz por persona). Desde la estación de buses de Flores hasta la isla del mismo nombre, fuimos en tuk tuk (el precio depende del humor que tengas para regatear). Siguiendo la recomendación de unos chicos vascos que conocimos en Livigston, nos alojamos en el hotel Mirador del Lago, donde pagamos 120 quetzales por una habitación con baño privado y vistas al lago.
Autobús a Flores
Vista del lago Petén desde la habitación del hotel Mirador del Lago
En la minúscula isla de Flores se puede pasear, disfrutar de buena y barata comida local, bailar en sus animados bares, o bañarse en el lago (nuestro hostel incluía kayaks gratuitos). No obstante, a lo que realmente viene la mayoría de la gente, es a visitar las ruinas mayas del sitio arqueológico de Tikal, situadas a unos 70 kilómetros de Flores, y rodeadas únicamente por la selva virgen de Petén, dentro del espacio protegido de la Reserva de la Biosfera Maya y patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Nosotros llegamos hasta allí en minivan (90 Qz por persona) y tras pagar la entrada (150 Qz) nos perdimos durante varias horas por la frondosidad de la selva, entre las maravillosas construcciones piramidales que, siglos atrás, levantó esta fantástica y misteriosa civilización maya. Destacan la Gran Plaza, con el templo del Jaguar y el templo de las Máscaras, las acrópolis norte y sur, y las construcciones de la plaza de los siete templos y el mundo perdido. Se calcula que sólo el 20% de las ruinas han sido excavadas, estando el resto oculto por la frondosa selva, hogar además de numerosas especies animales, como por ejemplo los graciosos coaties, los esquivos quetzales, varias especies de monos e incluso jaguares.
Templo del Jaguar en la Gran Plaza
Explorando los templos
La selva oculta decenas de templos
Un coati
La isla de Flores, desde el lago Petén
Lago Atitlan
Para llegar desde Flores hasta Atitlan, primero regresamos en autobús a la capital (190 Qz por 12 horas de trayecto) y desde allí continuamos en chicken bus (40 Qz por algo más de cuatro horas) hasta Panajachel (Pana), la ciudad principal a orillas del lago. Desde esta, cruzamos en lancha (25 Qz) hasta San Pedro de la Laguna, un pequeño pueblo bastante animado por mochileros de todo el mundo situado al pie del volcán del mismo nombre. En la misma lancha nos recomendaron el Hospedaje Casa Elena al que fuimos directamente y en el que nos alojamos, en habitación privada con baño compartido y vistas al lago, por únicamente 100 quetzales.
Embarcadero de Pana
Los taxi-lancha que unen todos los pueblos del lago Atitlán
Desde San Pedro de la Laguna se puede organizar por cuenta propia la visita al volcán de San Pedro. Hay que caminar hasta el centro de recepción del ecoparque donde, tras pagar los 100 quetzales de la entrada que incluyen un guía hasta la cima, comienza una caminata de unas tres horas hasta la cumbre del volcán. Desde allí se puede ver prácticamente todo el lago Atitlán, los pueblos de sus orilla y otros de los volcanes cercanos.
Desde San Pedro se puede ir en lancha hasta San Marcos de la Laguna, un pueblo mucho más pequeño y que es el favorito de los viajeros que buscan la práctica de yoga. Nosotros hicimos una visita de un día a San Marcos, para darnos un chapuzón en la Reserva Natural del Cerro Tzanqujil. Además, la riqueza etnográfica del lago, es un atractivo más, ya que muchos de los habitantes siguen conservando sus tradiciones ancestrales, vistiendo con los trájes típicos indígenas, y hablando sus propias lenguas mayas, ya que en Guatemala son oficiales 22 idiomas, muchos de los cuales se hablan en varios de los pueblos del lago Atitlán.
Volcán San Pedro desde San Marcos
Reserva Natural del Cerro Tzanqujil
Procesión en San Pedro de la Laguna
El mercado de San Pedro es visita obligada
Cima del Volcán de San Pedro
Concluyendo Guatemala
Si algo nos marcó negativamente de Guatemala fue la cierta inseguridad que vimos y vivimos, con constantes avisos de los locales de no ir a un determinado lugar a partir de cierta hora, la cantidad de seguridad armada que había en las tiendas de la capital, o las noticias que leímos en varios de los periódicos locales que cayeron en nuestras manos. Aún así, ni nosotros ni ninguno de los muchos viajeros con los que hablamos, tuvimos ningún incidente ni vivimos situaciones de riesgo. En todo momento disfrutamos del viaje por Guatemala, eso si, siempre con prudencia y sentido común.
Estamos seguros que Guatemala todavía esconde otros lugares fantásticos y únicos, como por ejemplo Semuc Champey, Iximché, Chichicastenango o las playas de arena volcánica del Pacífico, pero nosotros no disponíamos de más tiempo ya que nuestro vuelo hacia Perú desde ciudad de México estaba cada vez más cerca en el calendario y aún nos quedaba por descubrir la magia de Chiapas.
¡Rumbo a México!