El viaje en moto por el norte de la India había sido duro, pero sin duda una de las aventuras más fascinantes de nuestra vuelta al mundo. Habíamos conocido alguna de las regiones más peculiares de India como el Punjab (tierra de los sij, esos indios de barbas largas y turbante), la tibetana Ladakh, la musulmana Cachemir o la caótica Delhi. Visitamos zonas casi despobladas en uno de los países con mayor densidad de población del mundo. Vimos, además de la majestuosidad de la cordillera del Himalaya, los grandes contrastes del norte de India, regiones habitadas por gente de orígenes, creencias e ideologías muy diferentes.
Camino al sur
Aunque aún nos quedaba (y nos queda) mucho norte de India por recorrer, no nos queríamos ir del país sin conocer la región de nuestro amigo Ranga, que nos acompañaba en este viaje. Así que reservamos los últimos diez días de nuestro periplo por India para descubrir Tamil Nadu. Era el momento de dar el gran salto y atravesar el país de norte a sur. Y, ¡qué mejor forma que hacerlo viajando como más nos gusta: en tren!
El billete de tren de Delhi a Chennai (antes conocida como Madrás) lo habíamos comprado con casi un mes de antelación. Teníamos nuestra litera reservada y esta vez nos evitamos aventuras y sorpresas como las de nuestro viaje en tren por el norte del país que podéis leer en esta entrada. Nos esperaban unas 32 horas de viaje en las que cruzaríamos la calurosa y seca India de mediados de junio.
Una boda llena de tradiciones
Llegamos a Chennai para conocer la familia de Ranga y con la idea de descansar unos días en su casa tras el largo viaje en moto. Sin embargo, el descanso tuvo que esperar un par de días porque teníamos que asistir a la boda de Badri (al que también conocíamos de nuestros años en Bruselas). Como para cualquier boda, lo primero fue ir a comprar el vestido (los vestidos, en este caso, ya que aquí los invitados necesitan llevar uno para la ceremonia y otro para la recepción). Así que allá fuimos a escoger las telas para confeccionarme dos saris (los trajes típicos de las mujeres indias), las sandalias, las pulseras y todo tipo de abalorios. Estar guapa en India es algo imprescindible para todas las mujeres, independientemente de la clase social o económica. Todas van adornadas con collares, pendientes, pulseras brillantes y vestidas con sus coloridos saris y presumiendo de sus largas melenas. Hay para todos los gustos y bolsillos.
La boda fue toda una experiencia cultural en sí misma. La ceremonia consistía principalmente en una serie de tradiciones, que rozan la teatralidad, amenizadas por diferentes músicas y rodeadas por multitudes de invitados que no quieren perderse ni un solo detalle. Como Ranga nos explicaría, cada región y cada casta tienen tradiciones diferentes. En este caso, Badri y su novia pertenecen a castas y regiones distintas, con lo que su ceremonia fue el doble de larga, ya que se celebraba por partida doble, con las tradiciones de ambos e, incluso, dos sacerdotes.
Sin embargo, eso no fue lo que más nos sorprendió. Al fin y al cabo las bodas en cualquier parte del mundo están llenas de tradiciones y teatralidad ceremonial. En las bodas del sur de India no se baila ni se monta jaleo, como esos vídeos que se ven por televisión. Esas ruidosas bodas son las típicas del norte del país. En Tamil Nadú las bodas son tranquilas y tradicionales. Se sirve el café con leche típico de la región (que está buenísimo) y botellines de agua. Ni un vinito, ni una copa, ni una gota de alcohol... Casi, casi como las bodas en Asturias (nótese la ironía).
Eso sí, comida no falta. De hecho, el banquete es otra de las particularidades de las bodas indias. No hay unos asientos asignados ni una hora para comer, sobre todo porque hay tantos invitados que no podríamos sentarnos todos a comer a la vez. Existe una sala de largas mesas corridas a dónde uno se puede acercar siempre que tenga hambre y sentarse en el siguiente hueco libre. Un grupo de camareros van continuamente pasando y sirviendo comida a los comensales. Como es tradición en el sur de la India, la comida se sirve en hojas de banano y no en platos y se come con la mano. ¡Está delicioso! Para mí, la comida de Tamil Nadu es sin duda la mejor del país. ¡Aishhh! Podría comer dosa masala todos los días de mi vida... pero de la comida India os hablaremos en otro momento.
Chennai, mirando al golfo de Bengala
Además de deleitarnos de la deliciosa comida de la madre de Ranga, en Chennai disfrutamos de la compañía de sus dos sobrinos a los que llevamos a uno de los lugares más típicos de la ciudad: la playa. En muchos lugares del mundo, no sólo en India, la gente va a la playa a pasear, pegarse un baño (vestidos, no se usan bañadores) y disfrutar con la familia y amigos. Donde fueres, haz lo que vieres. Así que Efrén se bañó con los niños, paseamos por la orilla junto a caballos y cientos de indios y jugamos en alguno de los puestos que se extienden a lo largo de la playa.
Desgraciadamente, las playas de India, así como sus ciudades y pueblos, están bastante sucias. La playa es una imagen desoladora para nosotros, acostumbrados a cuidar de nuestro entorno. En muchos países de los que hemos visitado hemos visto con tristeza como la mayor parte de la basura acaba en ríos y mares, contaminando el agua. Es una destrucción silenciosa que tiene (y sobre todo tendrá) consecuencias fatales.
En el paseo de la playa de Chennai también se puede visitar los memoriales de Anna Samadhi y M.G. Ramachandran, dos políticos regionales muy conocidos y admirados por la población de Tamil Nadú, así como diferentes edificios gubernamentales, la catedral Santhome y varias estatuas de personajes famosos, como Mahatma Gandhi. Pasear por la playa o el paseo marítimo es una buena forma de conocer el ambiente y carácter de los habitantes de la ciudad.
Tamil Nadu, religión y tradición
Ranga ya nos había hablado mucho de su región, tanto en Bruselas como durante el viaje por el norte del país. Y es que, para los indios, que son muy nacionalistas, es muy importante dejar clara su procedencia y que entendamos (al menos a grandes rasgos) las diferencias entre las diferentes regiones del país.
Tamil Nadu es la región sureste del país, famosa por su historia, sus innumerables templos y por ser la región más tradicional de India. Su gente es muy amable y campechana. En Chennai, a pesar de ser una de las ciudades más pobladas del país no sentimos el estrés y el agobio de Varanasi o Delhi. Además, pudimos aprender mucho sobre tradición y mitología gracias a la madre de Ranga, maestra, amante de la historia de su país y fiel seguidora de la religión hinduista.
Con Ranga visitamos algunos de los templos más importantes de la ciudad. Los templos más característicos del sur de la india pertenecen al estilo dravidiano, estilo arquitectónico que alcanza su máximo exponente en esta región. Son coloridos templos llenos de esculturas y referencias a las historias de sus miles de dioses. En Chennai se pueden visitar diferentes templos y lugares de culto, aunque los más destacados son: el templo Kapaleeshwarar, el de Sri Parthasarathy y el de Shirdi Sai Baba.
Como podéis imaginar, una región tan arraigada a la religión y la tradición está llena de templos y la mayoría no se encuentran en las grandes ciudades como Chennai, sino esparcidos por toda la región. El templo más famoso de Tamil Nadu es el de Sri Meenakshi, al que acuden miles de indios cada día, y está situado en la ciudad de Madurai. Desgraciadamente, la falta de tiempo nos impidió visitar esta meca hinduista, pero queda apuntada en nuestra lista de lugares pendientes de India.
Un templo para solteros
Una mañana, la madre de Ranga nos invitó a visitar el templo Nithyakalyana Perumal, situado a unos 40 Km al sur de Chennai. El templo data del s. VII y está dedicado al dios Vishnu. Aquí se acercan cada día decenas de creyentes para hacer ofrendas a Vishu para que éste encuentre pareja a los "solterones". Puede que de primeras esto os resulte chocante o incluso os haga gracia, pero en las familias indias (como en muchas otras culturas) es muy importante casar a los hijos y se entiende como una desgracia no casar alguno de ellos. En realidad, esta tradición es responsable de que las bodas concertadas sigan estando a la orden del día en esta parte del mundo.
Muchos jóvenes hoy en día escogen sus parejas. Algunos, como Badri y su esposa han podido saltarse los cánones establecidos y casarse con alguien de otra casta o región. Otros, probablemente, han tenido que renunciar a su gran amor por problemas familiares, y, otros, como Ranga, han decidido esperar a encontrar la persona adecuada, muy a pesar de la presión social.
Hoy en día, las familias respetan cada vez más las decisiones de sus hijos, sobre todo en las ciudades, donde hay una mentalidad más abierta. El problema llega cuando, pasados los treinta años, uno sigue soltero. Entonces comienza la presión familiar y una desesperada búsqueda de una esposa para el hijo (o la hija), que desemboca muchas veces en boda concertada. En esta desesperada búsqueda, la madre de Ranga (que como ya mencioné es muy creyente) nos llevó a hacer una ofrenda al templo Nithyakalyana Perumal para pedirle a los dioses que le encuentre una mujer a nuestro amigo. Una experiencia cultural que, en la intimidad, hablábamos de forma natural con él, y hasta nos causaba un poco de gracia, pero que es sin duda un tema delicado y que condiciona la vida de muchos jóvenes en este país. Al fin y al cabo, la mayoría no tienen la suerte de trabajar en un país extranjero donde las relaciones de pareja se entienden de forma tan abierta.
Mahabalipuram
Nuestro amigo dejaba Chennai unos días antes que nosotros, así que nos despedimos de él y le dimos gracias por compartir con nosotros estas cinco semanas de aventuras y descubrimiento. El volvía a Bruselas y nosotros queríamos aprovechar nuestros últimos días en Tamil Nadú para conocer la región. Pero estábamos agotados y no nos quedaban fuerzas para viajar hasta Kanyakumari, la punta sur de India, ni los tan conocidos templos de Madurai. Así que nos propusimos visitar Mahabalipuram y luego bajar hasta Auroville, una ciudad experimental, creada en los años 60 que lleva a cabo un proyecto muy especial, donde convive gente de diferentes países del mundo sin gobierno, religión, moneda... Algo de lo que habíamos oído hablar varias veces y queríamos ver por nosotros mismos. Sin embargo, a final las ganas de descansar nos pudieron y nos quedamos los tres últimos días en Mahabalipuram, un pequeño pueblo pesquero del distrito de Kanchipuram.
Mahabalipuram, a sólo unos 50 Km de Chennai, es conocida principalmente por sus antiguos templos esculpidos en piedra, construidos entre los siglos VII y IX. Estos templos, declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 1984, fueron fundados por los reyes de la dinastía Pallava. Existen cinco grupos de monumentos que se pueden visitar en Mahabalipuram. Todos merecen la pena, aunque sin duda los más impresionantes son los cinco templos monolíticos conocidos como Pancha Rathas y el templo de la Orilla, situado en la playa del pueblo.
Mahabalipuram, es un pueblo turístico muy visitado en temporada alta y por los jóvenes de la región los fines de semana. Hay un par de calles llenas de restaurantes y hoteles, así como alguna escuela de surf y bares de música. Nos llamó la atención la cantidad de parejas mixtas (por un chico indio y una chica occidental) que conocimos en este pequeño pueblo costero. Aunque no nos extraña ya que toda la gente que conocimos en Mahabalipuram fueron especialmente amables, chicos jóvenes en su mayoría con ganas de hablar y conocer extranjeros. Su gente, junto a su fantástica comida, fue sin duda lo que nos hizo cambiar nuestro plan inicial y quedarnos aquí descansando los últimos días en India.
El final de un principio
Los diez días en Tamil Nadu ponían punto y final a una de las etapas más largas de nuestra vuelta al mundo hasta el momento: cinco semanas en India. Un país de cultura milenaria, con una diversidad cultural asombrosa y que no deja indiferente a ningún visitante. Fue un país difícil de aceptar al principio pero puede que el más interesante de todos. Y aunque tuvimos que ver imágenes duras y realidades muy injustas, aprendimos un poco más de tolerancia, de diversidad y de respeto.
La fuerza del carácter indio, de su identidad nacional así como su larga tradición cambió sin lugar a dudas mi (nuestra) percepción del mundo. Aún a día de hoy, meses después de este viaje, no he conseguido asimilar todo lo visto, oído y percibido en el país de los sentidos. Ahora bien, se me ha abierto una puerta a una cultura casi desconocida para mí hasta el momento, que va mucho más allá del yoga, el curry, las películas de Bollywood. Una puerta que mantengo abierta, por la que espero entren no sólo nuevas ideas, sino también aprendizaje, nuevos enfoques, amigos, aventuras y muchas recetas.
Espero verte pronto de nuevo, India. Aún tenemos mucho que enseñarnos. Queda todavía mucho por hacer. Namasté
"Para quien lo sabe ver y amar, el mundo se quita su careta de infinito
y se hace tan pequeño como una canción, como un beso", Tagore.