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  • Carmen con uVe

Apuntes sobre China: Shanghai


Cuando escribo estas líneas vamos a bordo del tren nocturno T77 camino a Guilin. Atrás dejamos Shanghai, la ciudad más moderna de China de las que hayamos visitado hasta el momento. Shanghai es un claro ejemplo de sociedad de consumo y como ciudad futurista muestra que el porvenir de China no es otro que el de cualquier país capitalista. Las calles de Shanghai confunden al viajero. Por momentos uno no sabe en qué continente se encuentra. Uno puede perderse por la zona de la Concesión Francesa con edificios bajos y gente en bici y creerse por un momento en Europa, o puede pasearse por largas avenidas llenas de rascacielos y restaurantes caros de Lujiazui e imaginarse en una metrópoli norteamericana.

Al fin y al cabo, las calles comerciales son iguales en todos lados y además en Shangai los rostros asiáticos se mezclan con rostros de rasgos occidentales, así como con alguna cara “difícil de describir”, de esas personas que como Michael Jackson deciden renegar de su genética y cambiar su identidad. Me refiero a los chinos que se redondean los ojos o se aclaran la piel. En Shanghai hemos podido comprobar la occidentalización de algunos chinos. Es como una moda… pero no es nuevo para nosotros, ya en Rusia notamos el interés por marcas europeas, coches caros, centros comerciales al puro estilo americano o enormes rascacielos.

A mí me entristece que las ciudades pierdan su identidad, porque se pierde también la identidad de un pueblo. Poco queda de la identidad china de Shanghai, pero siguen quedando sitios que recuerdan las raíces de la ciudad, como el templo Jing’an, el jardin Jiguan, las artificiales calles del Shanghai Old Street y los callejones cercanos.

En Shangai es interesante no sólo el contraste cultural sino también el económico. Entramos por ejemplo en un supermercado cerca de People´s Square, en pleno centro financiero, que sin duda es el más caro donde hayamos estado jamás. Los precios doblaban o incluso triplicaban los de pequeñas tiendas en otras partes del país. En las calles aledañas se encuentran, claro está, todas los grandes nombres y las firmas importantes.

Shanghai es famosa por su crecimiento urbano y a su skyline conocido internacionalmente con edificios tan emblemáticos como la Oriental Pearl Tower, el Shanghai International Convention Centre o la moderna Shanghai Tower que supera los 630 metros de altura. Nadie se va de la ciudad sin pasear a orillas del río Huangpu admirando el espectáculo de luces del skyline. El paseo se puede hacer también desde la otra orilla y ver los edificios del Bund de construcción anterior pero que no dejan de ser impresionantes.

El Bund

Skyline de Shanghai

El gusto de los chinos por lo occidental se deja notar también en otros aspectos como en su afición por sacarse fotos con nosotros. Al principio resulta curioso. Al final hay a quien le resulta pesado. A mí me parece gracioso la colección de fotos que hemos acumulado con completos extraños. Me pregunto qué harán ellos con estos retratos… Efrén dice que no es tan curioso, ya que los chinos se sacan fotos con “Ab-so-lu-ta-men-te to-do” lo que ven a su paso, nosotros somos simplemente uno más de sus objetivos.

En cambio, lo más sorprendente nos sucedió hoy mientras comíamos en un restaurante (de esos regentados por los hui). Es poco frecuente ver a occidentales en estos restaurantes y hoy al entrar nos llamó la atención una mesa que compartían dos chicas francesas con un joven local. Antes de irse, el chico se acercó a nosotros para informarnos que nuestros platos estaban pagados ya que nos había invitado. Al principio nos costó entenderlo y tuvimos que pedirle que nos lo repitiera varias veces ya que pensábamos había un problema de comunicación, pero era cierto, había pagado los platos de sus dos acompañantes y también los nuestros. No salíamos de nuestro asombro, pero sin más le agradecimos el detalle con nuestra mejor sonrisa. Se llamaba Momo y era de Yangshuo, lugar a dónde nos dirigimos en estos momentos. Casualidades de la vida.

Seguimos sin entender el por qué de la amabilidad de Momo pero lo cierto es que algo tuve que ver que fuésemos occidentales ya que en el restaurante había más mesas de chinos y cada uno pagó su plato. Puede que simplemente quisiera dar buena imagen al turista o que sea algo cultural que aún desconocemos. Sea como sea no se nos olvidará jamás el detalle y sin duda la invitación de Momo vuelva más positiva la percepción que tenemos de la ciudad de Shanghai. Aunque debo admitir que despúes de dos días entre tanto lujo y ostentación me queda la duda si lo que le pasa a Momo es que no sabe ya en qué gastarse el dinero. Bromas a parte, nos fuimos de Shangai con buen sabor de boca y sobre todo con un buen recuerdo de nuestra primera experiencia Couchsurfing del viaje. Esperamos que nuestros caminos se crucen pronto de nuevo con Andrés, que fue un anfitrión inmejorable. Quién sabe… igual el año que viene nos lo encontremos allá por la Patagonia…

Gracias por todo, Andrés. La próxima en Chile.

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