Llegamos al final de trayecto. La aventura del Transmongoliano se termina en Beijing no sin una sensación de nostalgia. Habían sido unas etapas maravillosas llenas de anécdotas y encuentros (sobre todo en el último tramo de Ulán Bator a Beijing), pero nuestra aventura continúa y tenemos muchas ganas de descubrir China, su gente y su cultura.
Beijing nos recibió como esperábamos, llena de gente, ruido, luces de colores y cubierta por una mezcla de nubes, niebla y contaminación (lo que en inglés se denomina smog) que desgraciadamente nos acompañó durante toda nuestra estancia en Beijing y gran parte de nuestro tiempo en China. En este país tienen un problema de contaminación que no les será fácil resolver, sobre todo teniendo en cuenta que son más de 1300 millones de habitantes y que en los últimos años han experimentado un crecimiento económico espectacular. Esta expansión ha dado lugar a la creación de nuevas industrias, fábricas, etc. que son causante directo de la nube de contaminación que cubre el cielo de las principales ciudades del gigante asiático.
En la ciudad de Beijing, literalmente “capital en el norte“, viven más de once millones de personas y recibe al año más de cien millones de visitantes. Cuando uno empieza a viajar por China se da cuenta en seguida que la mayor parte de los turistas son nacionales. Entre los que viajan por negocios, los locales y los visitantes es difícil encontrar un rincón tranquilo, una calle solitaria o un vagón de tren vacío. Lo más probable es que no consigas hacerte una foto tú sólo. Esto me hace pensar en la afición de los chinos de sacarse fotos con los occidentales. Ármate de paciencia ya que cuando empiezan no es fácil deshacerse de estos paparazzi, eso sí, te harán sentir por unos minutos como un famoso en la alfombra roja.
El mejor antídoto para aquellos que detesten las aglomeraciones es subirse al metro en plena hora punta. Si consigues sobrevivir a ese episodio, significa que estás curado y preparado para visitar los principales puntos de interés de la capital (al menos en temporada baja).
Nuestro plan en Beijing era visitar la ciudad y la Gran Muralla en tres noches y cuatro días, más de lo que solemos dedicar a otras ciudades. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que el plan era una locura ya que Beijing es una ciudad que tiene mucho que ofrecer al visitante, grandes distancias y todo tiene dimensiones faraónicas, o mejor dicho imperiales. Aunque es posible visitarla en tres o cuatro días, no te podemos asegurar que no termines con alguna que otra agujeta y el desgaste de tus botas. El esfuerzo merece sin duda la pena ya que Beijing es una ciudad espectacular.
¿Preparado? Lo ideal es empezar la visita por el centro de la ciudad, la plaza Tiananmen, el Mausoleo de Mao (gratis), y si no es domingo, la Ciudad Prohibida (40 yuans) cuya visita llevará como mínimo tres horas. Si te interesa la historia y la arquitectura chinas no dudes en pillar una audio guía (otros 40 yuans) y disfrutar de la visita guiada por un chino con un español muy correcto y un tono bastante animado, no como ocurre en las audio guías rusas que te dan ganas de echarte la siesta. Si el tiempo y la contaminación lo permiten puedes subir a la colina del carbón y admirar la ciudad y la plaza desde arriba. Dicen que la vista es espectacular.
Si la Ciudad Prohibida te ha impresionado, espera a ver el Palacio de Verano. Para llegar allí lo mejor es moverse en metro. Nosotros compramos la tarjeta IC que cuesta 20 yuans (rembolsables en el momento de su devolución), se puede recargar y es mucho más cómoda ya que sirve para casi todos los transportes. Para llegar al palacio tienes que coger la línea 4 y bajarte en la estación de Beigongmen. Reserva un día entero para pasear por este maravilloso parque que fue la residencia de verano del emperador Qianlong primero y de la emperatriz Cixi después. Este palacio, Patrimonio de la Humanidad desde 1998, fue también sede del gobierno hasta 1908. Puedes comprar la entrada básica para pasear por el parque de unas 300 hectáreas y luego adquirir la entrada a otros edificios como el Wenchang Hall o la Torre del Incienso Budista. O puedes optar por la entrada combinada (50 yuans) que da acceso a todos los museos y edificios. Una vez más la niebla y la contaminación cubren el paisaje que no deja de ser impresionante. Si tienes la suerte de visitar el parque en un día soleado no olvides mandarnos una foto. ;-)
No obstante, la dosis de templos y edificios imperiales no se termina hasta que no hayas pasado por el Templo del Cielo (28 yuans entrada combinada), también Patrimonio de la UNESCO desde 1998. Este conjunto de edificios construido en el siglo XV fue utilizado por las dinastías Ming y Qing como lugar de culto y adoración al cielo en el que el emperador realizaba sacrificios. Para llegar debes bajarte en la parada de metro Tiantandogmen de la línea 5. El lugar es impresionante y el paseo merece la pena. Se encuentra en el parque de Tiantang Gongyuan donde podrás ver a los chinos (a sus mayores principalmente) disfrutando de su tiempo de ocio: jugando a las cartas o a las damas, haciendo gimnasia o taichí y muchas otras actividades. Da gusto ver a los mayores que se mantienen activos y en forma. Yo de mayor quiero como ellos.
Los días se van agotando y aún hay que visitar la Gran Muralla. Se pueden visitar muchos tramos de los más de 21000 kilómetros de esta impresionante construcción. Si tienes días suficientes puedes visitar el tramo de Front Jiankou, más auténtico y alejado de los turistas. Puedes leer más sobre cómo llegar allí en la página de los chicos de Marcando el Polo. Si, como nosotros, el tiempo te condiciona lo mejor es visitar Bada Ling (entrada 35 yuans), el único tramo al que se puede acceder en transporte público y por tanto el más turístico. El autobús que te lleva es el 877 (12 yuans) y se coge en Jishuitan dónde puedes llegar en metro con la línea 2. Sale por la salida A y sigue las indicaciones (en inglés y chino).
Si todo esto te deja tiempo libre te recomendamos pasarte por los hutongs de la ciudad y ver los barrios tradicionales chinos. El hutong Nanluoguxiang contruído durante la dinastía Yuan es un buen ejemplo ya que sus edificios están totalmente rehabilitados y te ayudan a imaginar como eran estos barrios hace siglos. En la actualidad es un barrio de moda y está lleno de tiendas hipters, bares occidentalizados con terrazas en los tejados o restaurantes de comida rápida. Hay también un par de hostels con muy buena pinta. Nosotros nos alojamos en el Leo Hostel situado en los hutongs de la zona de Quianmen. Es un albergue muy grande que puede acoger a más de 100 personas con un bar-restaurante dónde charlar con otros viajeros. Lo mejor es su situación ya que está a sólo 10 minutos a pie de Tiananmen y en sus alrededores hay decenas de restaurantes pequineses típicos.
Otro de los lugares que suele llamar la atención a los turistas es el mercado nocturno de comida. A pesar de ser bastante turístico es una experiencia interesante y si eres atrevido puedes probar alguna delicia exótica como una tarántula o un escorpión frito. Aunque si quieres probar algún plato típico lo mejor es el pato laqueado, el hot pot picante o los noodles frescos.
En general la ciudad es muy segura así como el resto del país y se puede caminar sin ningún problema tanto de día como de noche. Como en la mayor parte de los países asiáticos, sino todos, deberás regatear si decides ir de compras. No obstante, los precios de la comida y las entradas a los lugares de interés son fijos y por tanto no negociables. Ándate con ojo con los “friendly locals”, ciudadanos chinos que se acercarán muy amablemente a charlar contigo y tras un paseo te ofrecerán tomar un té juntos. El té puede salir por un ojo de la cara. Estos “falsos amigos” se encuentran sobre todo en los alrededores de Tiananmen.
Dejamos Beijing como la encontramos, con mucho ruido, luces neón, mucha gente y contaminación. Nos fuimos satisfechos pero con ganas de más. Próxima parada: Xi'an y los guerreros de Terracota.