Aunque el frío aprieta despedimos la isla de Olkhon con un día muy soleado. Nos esperan otras 5 horas de minivan (con ferri incluido) hasta llegar a Irkutsk, nuestra última parada en Rusia. Aquí nos alojaríamos en el Hostel Balalaika muy cerca de la estación de tren desde la que partiríamos muy temprano al día siguiente rumbo a Ulan Bator, ya en Mongolia.
Como la estación está al otro lado del río, cruzamos a pie el puente desde donde se ven muchos pescadores y nos dirigimos hacia la plaza de las 4 catedrales en la que nos encontramos a varias parejas de novios recién casados haciendo fotos. En esta plaza el edificio más impresionante es la Catedral de la Epifanía cuyo interior merece una rápida visita. También destaca la Iglesia de el Salvador (Spasskaya).
El sol se está quitando así que nos apuramos un poco y siguiendo la línea verde (al igual que seguimos la línea roja en Ekaterimburgo) que traza un recorrido por los principales lugares de interés de la ciudad, como los edificios señoriales que en otra época pertenecían a los propietarios de compañías mineras, pero sobre todo lo más destacable si duda son las casas tradicionales de madera siberianas, unas en mejor estado que otras (la mayoría se encuentran en las calles transversales a Karl Marx).
Como además se trata del punto de partida hacia el Baikal todo está preparado para recibir al turista, con señales de los puntos más importantes de la ruta en ruso y en inglés. Todo esto hace que Irkutsk sea una parada obligatoria en el Transiberiano.
Uno de los mejores momentos en Irkutsk fue la noche en el albergue, en el que conoceríamos a Laura, una chica inglesa con la continuaríamos nuestro viaje hacia Ulán Bator, a Elodie, una francesa que también encontraríamos en la capital de Mongolia y a Stefan, un chico belga con el que no nos hemos vuelto a encontrar (por el momento).
Nuestra aventura en Rusia llega así a su fin, pero el viaje continua. Próximo destino: Mongolia.