Tras la guía de Santiago y la visita de un día a Valparaíso, seguimos con nuestra serie sobre Chile. El viaje continua con la Ruta Norte, un recorrido de 4000 kilómetros (Puedes ver el mapa de la ruta aquí) en el que, siguiendo en gran parte el recorrido de la Panamericana, visitamos desde espacios naturales únicos a zonas industriales fantasmagóricas, desde coloridas ciudades a paisajes desérticos desoladores, desde la costa del pacífico hasta la cordillera andina.
En esta etapa del viaje nos movimos en una campervan (4x4 pick-up con caravana) lo que nos permitió mayor libertad para seguir las rutas más inexploradas, dormir allá donde caía la noche y tener una autonomía e independencia en este inmenso país que hubiese sido imposible con otro medio de transporte. Un aventura que nos puso en contacto con nuestra versión más exploradora y que ahora esperamos disfrutéis tanto como nosotros. Bienvenidos a nuestro Chile...
Día 6: Santiago de Chile - Valle del Encanto - Guanaqueros (480 km)
Ya con todo preparado salimos con nuestra flamante campervan dirección norte por la Ruta 5, la mítica Panamericana que nos acompañará durante gran parte del viaje. El primer contacto con la carretera nos sorprende ya que hay mucha vida a ambos lados de la carretera: autoestopistas, vendedores ambulantes, pequeños puestos de comida, bares... y también muchas animitas, que son pequeñas capillas o altares que se hacen en honor a la gente fallecida en la carretera. A medida que nos alejamos de la región metropolitana esta vida se va desvaneciendo mientras que el paisaje que nos acompaña se va trasformando.
Nuestro primer destino debía de ser el P.N. Bosque de Fray Jorge pero tras informarnos en la oficina del Conaf que estaría cerrado al ser temporada baja (solo abre de jueves a domingo) decidimos visitar en su lugar el Monumento Natural Valle del Encanto. Este "bosque" de piedra esconde petroglifos, pictografias y piedras tacitas con más de 2000 años de antigüedad. Además de estas increíbles muestras de las culturas precolombinas, el paisaje por si solo ya es impresionante: enormes moles graníticas adornadas con cactus de mil formas (floridos en esta época) distribuidos a lo largo de una quebrada totalmente deshabitada. Recorremos durante largo rato los distintos sectores mientras el atardecer va trasformando las formas y los colores. La tranquilidad que se respira es casi mágica y nos hace pensar que tal vez esa misma sensación fue lo que motivó los primeros asentamientos siglos atrás.
Decidimos pasar la primera noche en Guanaqueros, un pequeño pueblo pesquero que nos recibe tras la puesta de sol. Tras buscar un rincón tranquilo y apartado del centro, dejamos nuestra casa rodante en frente del muelle, pensando en el amanecer junto al mar del día siguiente.
Día 7: Guanaqueros - Pingüinos de Humboldt - Huasco (350 km)
Tras desayunar en la caravana mirando el mar mientras reflexionamos sobre lo que nos queda por delante, ponemos rumbo a la Reserva Natural Pingüino de Humboldt. En el camino pasamos por las ciudades costeras de Coquimbo y La Serena. En esta última paramos en el Faro Monumental (también oficina de turismo) desde donde podemos admirar toda la costa.
Posteriormente la Ruta 5 deja de ser autopista y se convierte en una carretera convencional donde camiones, autobuses y coches parecen hacer caso omiso a las normas de circulación y presenciamos varios adelantamientos bastante más que arriesgados, lo que explica las animitas de las que hablábamos.
Para llegar a Punta Chorros (desde donde se accede a la R.N. Pingüino de Humboldt) tenemos que circular unos 45 kilómetros en una pista de ripio por un paisaje semidesértico que nos deja boquiabiertos y que sirve de adelanto de lo que nos espera en el resto del viaje. Además vemos los primeros guanacos en libertad y esa sensación de ver un animal por primera vez nos llena de ilusión.
Al llegar a la guardería de la Reserva Natural Pingüino de Humboldt nos avisan de que no esperan más gente por lo que si queremos tomar el barco hasta las islas de la reserva tendremos que pagarlo íntegro (80000 pesos) o esperar al día siguiente. Nos frustramos un poco ya que es el segundo parque que no podemos visitar en solo dos días de ruta... Afortunadamente mientras tomábamos una decisión vemos que una pareja estaba hablando con los pescadores del puerto. Nos acercamos y preguntamos si estaban también interesados en hacer la visita a la isla y así fue como conocimos a Jorge y Lola, una alegre y vital pareja chilena con la que compartiríamos muy buenos momentos.
En un pequeña chalupa nos acercamos a la Isla de Choros, que junto a Damas y Chañaral forman las 3 islas de la reserva. Mientras navegamos por la abrupta costa de Choros (solo pueden desembarcar biólogos en ella) vamos viendo lobos de mar y unos pocos de los pingüinos que dan nombre a esta reserva, además de otros muchos tipos de aves -como pelícanos y cormoranes- y alguna nutria marina. También nos adentramos en una cueva y nos acercamos a una "lobera" donde una gran familia de estos grandes mamíferos nos recibió con gran alboroto. Ya cuando nos íbamos un enorme grupo de delfines se acercó y durante un largo rato jugaron a nuestro alrededor.
Fue una experiencia increíble e inolvidable en su conjunto. Poder acercarse a pocos metros de estos animales en libertad -ayudados porque el pacífico hacia honor a su nombre- nos hizo disfrutar como niños y además durante todo el rato pudimos conocer un poco más a nuestros compañeros de excursión y Jorge que entre otras cosas es poeta nos regaló uno de sus libros titulado "Fragmentos".
Seguimos nuestra Ruta Norte por una pista estabilizada con sal pasando por Caleta Chañaral de Aceituno hasta que enganchamos de nuevo la Panamericana que nos lleva a Vallenar, y siguiendo un fértil valle -que contrasta con el paisaje que nos acompañó todo el día- llegamos al bonito pueblo pesquero Huasco donde decidimos pasar la noche.
Día 8: Huasco - Llanos del Challe - Playa La Virgen (222 km)
Por segundo día despertamos con la visión del Pacífico, de las pequeñas embarcaciones de pescadores amarradas y pelícanos. Salimos dirección al P.N. Llanos del Challe por la "carretera costera" que seguiremos prácticamente todo el día y el paisaje nos atrapa al instante. A nuestra derecha la costa y el inmenso océano, a nuestra izquierda los cerros mientras circulamos por la vasta extensión que separa a ambos, mitad semi-desértica y mitad dunar. La flora no abunda, con algunos cactus y matojos, y la fauna escasea aún más. Solo vemos alguna ave y unos pocos guanacos, aunque cada nuevo avistamiento nos deja tan entusiasmados como el primero.
La camanchaca nos acompañará impregnándolo todo siempre que circulemos cercanos a la costa. Este peculiar fenómeno atmosférico similar a neblina es debido a la configuración de la costa chilena, con un frente montañoso muy cercano que atrapa las partículas de agua que provienen del océano, formando este característico microclima.
Llegamos a la Guardería del Parque Nacional Llanos del Challe donde nos explican el trabajo de concienciación para el cuidado del parque que llevan a cabo entre las poblaciones locales, principalmente pescadores y mineros. El guarda también nos recomienda una pequeña ruta para ir conociendo en detalle las más de 200 especies autóctonas que alberga el parque. Aunque en este sector es fácil que se desarrolle el desierto florido, este año no hubo las condiciones idóneas por lo que nos quedamos con las ganas. Aún así nos zambullimos de lleno en este singular paisaje entre dunas y cactus, rocas y guanacos.
Tras finalizar la ruta por el sendero habilitado del Cerro Negro decidimos ir a la otra base que la Conaf tiene en el parque. Cuando llegamos a esta nueva zona, nos adentramos con nuestro casa 4x4 por un abrupto desfiladero dirección a los Llanos del Challe, ya liberados de la camanchaca y con el sol brillando fuerte.
El paisaje semidesértico de fondo de valle por el que vamos avanzando nos cautiva a medida que nos alejamos de la carretera principal y vamos atravesando cauces de ríos secos. Varias quebradas (desfiladeros) enormes van surgiendo a cada lado pero no es hasta que ganamos altura donde realmente podemos apreciar la inmensidad de la zona. Usamos la tracción y subimos al alto de un cerro para poder ver la totalidad de los Llanos. Nos quedamos boquiabiertos. Inolvidable.
Ya de regreso seguimos por la costera, pasamos por varios asentamientos de pescadores, como Carrizal Bajo que reclaman luz desde hace 20 años. Una vez descartada la opción de acercarnos al P.N. Nevado de Tres Cruces (está cerrado en su mayor parte hasta finales de octubre) nos tomamos la tarde con calma y decidimos hacer un poco de off-road. Pegados a la costa, vamos siguiendo las rodadas de pescadores y algueros, divirtiéndonos a medida que descubrimos rincones casi salvajes e inolvidables. Chile es enorme, intenso, sobrecogedor... tras dos horas comenzamos a "preocuparnos" ya que no encontramos ninguna ruta del mapa de la Copec pero por suerte aparece un lugareño y nos orienta en este laverinto de arena y piedras para poder alcanzar de nuevo "la costera".
Nuestra guía hablaba de Barranquilla como un bonito destino vacacional y hacia allí partimos con la idea de pernoctar. A medida que nos acercamos una sensación de desasosiego nos invade. Lo que aparentemente es un pueblo turístico nos recuerda más a un vertedero. Está claro que es un lugar de veraneo, con chabolas y parcelas acotadas pero la imagen que nos encontramos es desoladora, con basura por todos lados y muchos perros abandonados.
Tal fue la angustia que nos dio el lugar que escapamos de allí buscando otro sitio donde pasar la noche. En esa huida vimos el cartel de Playa La Virgen y adentrándonos por un camino de arena durante varios kilómetros llegamos a una pequeña cala, enmarcada en un paisaje costero espectacular . El contraste con Barranquilla es indescriptible. Solo hay un pequeño centro turístico con bonitas cabañas de alquiler, desierto en esta época del año. Todo está limpio, natural, salvaje... buscamos un rincón resguardado del viento entre las dunas y pasamos la primera noche alejados de cualquier otro ser humano...
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