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Western Australia Road Trip (episodio 2)


Durante el invierno austral de 2016 nos lanzamos, junto nuestro amigo Miguel, en un viaje por carretera de dos semanas hacia las regiones norteñas de Western Australia. Durante ese tiempo recorreríamos casi 5000 kilómetros, a través de los paisajes indómitos del bush australiano, adentrándonos en parques nacionales salvajes y durmiendo bajo los cielos más sobrecogedores que jamás hayamos visto. Terminábamos nuestro episodio anterior descubriendo la fauna y flora del Parque Natural de Cape Range, en el extremo noroccidental del país, muy cerca de la ciudad de Exmouth. Desde ahí retomamos nuestra ruta hacia el sur, en esta aventura al más puro estilo aussie.

Mapa de nuestra ruta

Red Bluff

El siguiente punto de nuestro recorrido era Red Bluff, un camping costero a más de 500 km al sur de Exmouth y que posiblemente sea uno los lugares más remotos que hayamos visitado en este viaje. Nuestra intención inicial era descubrir Coral Bay, pero como el tiempo no nos acompañaba y nos pareció muy turístico, decidimos seguir nuestro camino en busca de un lugar apartado donde pernoctar. Encontramos ese lugar muy cerca de la roadhouse de Minilya River. Estas roadhouse son similares a estaciones de servicio y se encuentran diseminadas en las interminables carreteras australianas. Además de combustible, normalmente ofrecen a los viajeros un restaurante, tienda, duchas y un lugar donde pasar la noche.

Nuestro campamento

Tras una parada en Carnavon, último lugar de aprovisionamiento antes de adentrarse hacia Red Bluff, continuamos dirección norte hacia este camping, que se encuentra unos 100 kilómetros por pista de tierra y arena (se necesita vehículo 4x4) entre Quobba station y Gnaraloo station. Durante muchos años y debido a la poca densidad de población del país, el gobierno australiano cedió grandes territorios a personas particulares con el fin de que éstos los ocupasen. Allí generalmente se desarrollaba una industria ganadera o agraria extensiva. Con el tiempo, en estas estaciones también se fue introduciendo el turismo ya que, en muchas ocasiones, se encontraban no sólo alejados de cualquier aglomeración urbana sino también en enclaves idílicos.

Llegando a Red Bluff

El camping de Red Bluff ofrece plazas de acampada y bungalows con distinto grado de confort (y por lo tanto precio). No podemos olvidar que no hay electricidad, agua corriente ni cobertura telefónica. Eso sí, hay baños ecológicos y una pequeña tienda con algunas cosas básicas y muy caras, por lo que es mejor llevar con nosotros todo lo necesario. Con la inmensidad del océano delante y un escarpado acantilado

detrás que conduce al indómito bush, quien llega a Red Bluff lo hace en busca de un lugar ideal para el buceo, hacer surf, pescar... Un lugar donde cocinar tranquilo en fuego de leña mientras se contempla el atardecer en el horizonte. En definitiva, un lugar donde relajarse y desconectar.

El bungalow

Red Bluff

Nosotros pasamos en Red Bluff sólo tres días, pero bien podríamos haber alargado la estancia una semana. Uno de los mejores recuerdos del viaje ocurrió mientras paseábamos por las dunas cercanas. A lo lejos vimos por primera vez ballenas. Un grupo de tres ejemplares que, progresivamente, se acercaban hacia donde estábamos nosotros. Finalmente desviaron su trayectoria cuando se encontraban muy cercanas a la costa, pero pudimos contemplarlas durante un largo rato, disfrutando de sus juegos. Pese a que durante estos días, en general, tuvimos mal tiempo, también pudimos disfrutar de la playa, hacer excursiones, explorar las colosales dunas de esta parte de la costa, ver canguros, nadar en un océano Índico embravecido y compartir muchos momentos inolvidables. Es por todo esto que recomendamos Red Bluff a todos los aventureros que se encuentren por estas latitudes.

Desde el acantilado

Al atardecer es muy fácil encontrarse con "kangaroos"

Shark bay

Habíamos marcado nuestra siguiente parada a unos 400 kilómetros más al sur, en una bahía conocida como Shark Bay (Bahía Tiburón). Cada vez estamos más cerca de Perth y esto quiere decir que los destinos son más accesibles y, por lo tanto, más turísticos. Un poco cansados por la falta de confort, decidimos plantar nuestra tienda de campaña en Hamelin Pool Caravan Park. Las instalaciones de este camping incluyen, entre otras cosas, un maravilloso comedor con barbacoas eléctricas, una gigantesca cocina con todos los utensilios que se puedan imaginar y unas fantásticas duchas de agua caliente. Tras casi una semana de playa y baños en el mar estas comodidades fueron un placer indescriptible (especialmente la ducha).

Un pequeño paraíso de comodidades

En los alrededores de Shark Bay es posible visitar un montón lugares de interés. Se puede comenzar el recorrido por Hamelin Pool donde descubrir los estromatolitos, que son considerados como unos de los seres vivos más antiguos sobre la tierra. A continuación se puede hacer una parada en Shell Beach, una singular playa de conchas blancas. La siguiente parada puede ser Monkey Mia, un resort vacacional donde es posible ver delfines. Los más aventureros pueden adentrarse en el Parque Nacional François Peron (exclusivo con vehiculos 4WD). Ya de vuelta, se puede hacer una parada en el pequeño y fotogénico lagoon de Denhan. Finalmente se puede completar la visita con alguna ruta a través de la costa de esta península, con preciosas vistas, playas de aguas color turquesa y una intensa vida marina.

Fuente: Lonely Planet

Sheel Beach

Monkey Mia

Playas de Shark Bay

Lagoon

Atardeceres en Shark Bay

Parque Nacional Kalbarri

A algo más de 500 kilómetros al norte de Perth y a unos 400 al sur de Shark Bay encontramos este parque nacional, una de las últimas paradas en nuestro viaje. Tras pasar una lluviosa noche en el área de descanso que se encuentra a las puertas del mismo, decidimos comenzar la visita por el sector norte del parque. En concreto, fuimos a las zonas de Hawks Head y Ross Grahan, donde hay pequeños itinerarios marcados que conducen a bonitas vistas. Desafortunamente el acceso al plato fuerte de este parque nacional, la fotogénica Nature's Window, se encontraba cerrado al trafico por las fuertes lluvias de los últimos días, así que nos vimos obligados a cambiar un poco nuestro itinerario.

Parque Nacional Kalbarri

Emú

Tras una pequeña parada en el centro de visitantes de Kalbarri, dirigimos nuestros pasos hacia los acantilados cercanos, que también forman parte del espacio protegido. En el sector que va desde Oyster Reef hasta Bluff Point hay varios miradores y paseos habilitados para los visitantes. Desde ellos, se pueden contemplar los caprichos que el enfurecido océano ha tallado durante años en las rocas de los acantilados. Como nuestra visita duró menos de lo pensado, esa misma tarde decidimos continuar hacia el sur en busca de un lugar donde hacer campamento. De camino, aprovechamos las últimas horas del día para hacer una parada en la laguna Hutt, donde una alga tiñe las aguas con unos tonos rosáceos muy peculiares.

Hutt Lagoon

Pinnacles Dessert

La última noche y el último día de nuestro road trip los pasamos en un paisaje bien distinto al de las últimas semanas. Con Perth a tiro de piedra, dejamos la aridez y dureza del agreste bush y nos adentramos en territorio de verdes campos de cultivo del Cinturón de Trigo (Wheatbelt). Pero este último día iba a ser de todo menos aburrido. Sin detenernos, atravesamos de norte a sur la Reserva Natural Beekepers, en dirección hacia el Parque Nacional Lesueur. Aquí hicimos un par de rutas, donde se puede observar la fauna y la especialmente la característica flora de este área protegida.

Parque Nacional Lesueur

Como parecía que la lluvia que no dejaba de perseguirnos, continuamos hacia la segunda parada y lugar estrella del día, el desierto de pináculos, dentro de los límites del Parque Nacional Nambung. Durante miles de años, el viento ha ido dando forma a este paisaje hasta convertirlo en un espectáculo visual de arena y piedra. Cientos o mejor dicho, miles de estructuras en forma de pilares se erigen sobre un desierto de arena amarilla, en unos tonos que se solapan en armonía con los verdes de los arbustos australianos. Hay alguna ruta a pie y debido a su extensión, incluso hay marcado un itinerario para vehículos. Por suerte para nosotros, debido a la lluvia de los últimos días, el acceso rodado estaba temporalmente suspendido. Esto es sin duda de agradecer, ya que este parque está muy concurrido debido a su proximidad con Perth.

La última parada del día, y por consiguiente de nuestro road trip, fueron las enormes y espectaculares dunas de arena de Lancelin, donde nos encontró el anochecer. Estas dunas de arena se pueden explorar únicamente en vehículos de tracción a las cuatro ruedas. Para aquellos en busca de mayor adrenalina, también existe la opción de alquilar buggies y quads. Desde Lancelin hasta la capital de Western Australia sólo quedaban

unos pocos kilómetros. Con la noche ya bien entrada llegábamos a Perth, punto de inicio y también final de una aventura que ya duraba dos semanas y tristemente tenía que acabar.

Dunas de Lancelin

Reflexiones

Para entender un viaje de estas características es necesario que, en primer lugar, visualicemos la magnitud de los datos del mismo. En la ya de por sí aislada Australia, recorreríamos 5000 kilómetros por carretera, muchos de ellos sin asfaltar, en una de las áreas con menor densidad de población de la región. Para que os hagáis una idea, sería algo así como viajar desde Madrid hasta Georgia, a través de un territorio ocupado por un número de habitantes menor a los de la ciudad de Oviedo.

En segundo lugar, tenemos que asimilar que durante esas dos semanas tuvimos acceso limitado a comodidades tan básicas como electricidad o ducha, y a otras un poco más innecesarias pero a las que estamos muy acostumbrados, como puede ser el acceso a Internet o tiendas a la vuelta de la esquina. Durante 14 días tuvimos que arreglárnoslas con una tienda de campaña y un colchón hinchable, cocinar al fuego de la hoguera o en el pequeño fogón portátil, lavarnos de cuando en cuando y dejar nuestros "inseparables" aparatos tecnológicos sin batería.

Por último, debemos recapacitar sobre el hecho que durante esos miles de kilómetros, el contacto con personas externas a nuestro pequeño grupo de tres fue prácticamente mínimo. Como si de aborígenes nómadas se tratase, recorrimos durante incontables horas los insólitos y remotos paisajes australianos con poca más compañía que nosotros mismos.

A modo de broma nos gusta pensar que durante todo este tiempo, vivimos en nuestras propias carnes un experimento antropológico digno de estudio. Un viaje en el que salvando las distancias, regresamos al origen del ser humano, a una época en la que lo más importante para el grupo era alimentarse, buscar un lugar seguro donde dormir y seguir avanzando. Una de nuestras principales "preocupaciones" era dónde levantaríamos nuestra tienda y si en esa zona encontraríamos suficiente madera para mantener una hoguera encendida con la que cocinar, calentarnos y quien sabe, quizás ahuyentar a las alimañas... Como si de una civilización se tratase, también evolucionamos, mejoramos nuestras técnicas e incluso nos especializamos en las diferentes tareas diarias. Con el tiempo, llegamos incluso a crear nuestra propia constitución, eje fundamental de cualquier sociedad moderna.

Fue un viaje intenso e inolvidable, en el que que además de luchar contra las condiciones externas, también nos tendríamos que enfrentar a emociones de todo tipo. Un viaje interior, de compañerismo, de amistad, de autoanálisis... Hubo momentos muy buenos y otros, no os quiero engañar, menos buenos. Pero si me preguntáis si volvería a hacer un viaje así, no lo dudaría ni un instante. De hecho, hicimos un pacto tácito en el que algún día regresaríamos a Australia para viajar juntos de nuevo, en esta ocasión hasta el Uluru, en el corazón indómito del bush y, sinceramente, esperamos que ese viaje se haga realidad.

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