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  • Foto del escritorEfrén Con uVe de Viaje

Crónicas jemeres: de Koh Ta Kiev a Kampot


Nuestro itinerario en suelo camboyano comenzaba con la interesante visita a los templos de Angkor, centro político y religioso del imperio jemer durante los siglos IX y XV. A continuación, nos embarcamos camino de Battambang donde, además de descubrir fascinantes pueblos flotantes, pudimos aprender sobre la industria del arroz, tan importante en todo el sudeste asiático, y conocer un poco sobre los oscuros años de la dictadura de los jemeres rojos, en los años setenta.

Tras este intenso comienzo decidimos que tocaba buscar de nuevo las cálidas aguas del golfo de Tailandia y partimos, junto a nuestros amigos gallegos, en busca de un lugar tranquilo donde relajarnos y tomar un poco de aire antes de continuar nuestro viaje, primero camino de Phnom Penh y a continuación, ya en aguas vietnamitas, en el Delta del Mekong.

Cuatro días en Koh Ta Kiev:

Para llegar desde Battambang hasta Koh Ta Kiev, la pequeña y paradisíaca isla que finalmente decidimos visitar, tuvimos que subirnos en un autobús nocturno hasta la capital del país y, a continuación, cambiarnos a otro que nos llevaría hasta Sihanoukville. Si veis un mapa os daréis cuenta de que esta no es la ruta más directa, pero fue la opción más económica (18$) que encontramos. Desde esta ciudad costera tuvimos que acercarnos en tuk-tuk (6$ entre 4) hasta Otres Beach. Desde el Wish you were here, uno de los bares - guesthouse de la zona, tomamos un bote (13$ ida y vuelta) que nos dejaría finalmente en los bungalows de Coral Beach, ya en Koh Ta Kiev.

Para que os hagáis una idea Koh Ta Kiev es una isla pequeña, cubierta en su mayor parte por jungla. No existen pueblos ni tiendas y ni siquiera carreteras, sólo un par de caminos centrales y un montón de senderos que hacen las veces de arterias de comunicación entre diferentes lugares de la isla. Existen 6 alojamientos repartidos por la misma, pero lo suficientemente alejados para que no se lleguen a ver a lo lejos, y más o menos todos ofrecen los mismos servicios y comodidades, con pequeñas excepciones.

Mapa de Koh Ta Kiev. ¿Habrá algún tesoro escondido?

Nosotros llegamos a Koh Ta Kiev al caer la tarde y el cálido recibimiento de los trabajadores de Coral Beach nos adelantaba que allí íbamos a vivir una experiencia algo distinta a lo que estábamos acostumbrados. Tras enseñarnos los bungalows, a escasos 5 metros del agua, nos explicaron un poco como funcionaba todo en esta parte de la isla.

Bungalow privado con vistas

En los bungalows de Coral Beach no hay electricidad ni baños privados y, por no haber, no hay ni siquiera una pared frontal. Además en los dos baños-duchas comunitarios no hay agua corriente (la ducha consiste en un barreño con agua y un cubo). Las comidas, con excepción de los desayunos, son comunales. Una hora antes los miembros del staff nos preguntaban si queríamos comer y, en ese caso, teníamos que elegir entre uno de los tres platos que diariamente ofrecían. Todos, incluido el personal, comíamos a la misma hora, y de esta forma sólo cocinaban la cantidad de comida necesaria. Además de ser bastante abundante (casí se podía compartir una ración entre dos) todo era fresco y muy suculento.

Sin electricidad en las habitaciones, los huéspedes solo podíamos “enchufarmos” a los generadores unas 3 horas diarias en el bar-restaurante durante el atardecer. Como no hay WiFi ni casi cobertura telefónica esto ni siquiera nos preocupó más allá del primer día.

Un rincón de Coral Beach

Todo junto forma una combinación perfecta para interactuar con el resto de viajeros y con la gente de Coral Beach. Ese ambiente relajado y en el que primaba la comunicación y buen rollo entre los huéspedes y el staff (que en su totalidad trabaja voluntariamente a cambio de alojamiento y comida) fue sin duda lo mejor de Coral Beach, sin olvidarnos, claro está, del lugar paradisíaco en el que estábamos. Queremos destacar a Sandro, jefe y responsable de que todo funcionase en Coral Beach, que hizo cuanto estuvo en su mano para satisfacer nuestras demandas y cumplió con su trabajo de manera sobresaliente. Lo peor para nosotros fue que, casi no había gente local y, el precio, que estaba por encima de nuestro presupuesto diario (20$ bungalow para dos, más 18$ pensión completa por persona, bebidas aparte).

En la isla no hay mucho que hacer aparte de ver la vida pasar desde la hamaca, leer un libro, disfrutar de fantásticas puestas de sol, nadar un poco o hacer snorkel. Para esto la mejor playa es sin duda Coral Beach, mucho más tranquila y donde existe aún un pequeño arrecife de coral (hay un campo de anómonas precioso). También se puede explorar la isla a través de sus senderos, y si se busca un poco de adrenalina, se puede saltar al mar desde un acantilado. En Coral Beach hay varios slackline por lo que, si como nosotros disfrutáis haciendo equilibrios o, simplemente, queréis probar, es un punto a su favor. Otra de las cosas que se pueden hacer es visitar una comunidad de gitanos del mar que vive en un extremo apartado de la isla, pero nosotros decimos no visitarlos para no interferir en su día a día.

Buen lugar para leer un libro o dormir la siesta

Paraiso tropical

Slackline de aprendizaje

Slackline nivel avanzado

Atardecer desde Kactus Bungalows

Además, durante los días que nosotros estuvimos allí, coincidió el cuarto aniversario de la inauguración de los bungalows, por lo que la tranquilidad isleña se vio interrumpida durante la noche de luna llena. Esta misma luna fue la que no nos permitió disfrutar de uno de los fenómenos más espectaculares que ofrece la isla. En una de sus playas abunda el plancton bioluminescente que, en noches oscuras, ilumina las aguas de una manera casi mágica y que, estamos seguros, hubiese supuesto un valor añadido a la experiencia. Otra vez será.

Dos días en Kampot.

Siguiendo la recomendación de varios de los viajeros con los que coincidimos en la isla, decidimos continuar nuestro viaje en la cercana ciudad ribereña de Kampot. Tras despedirnos de Suso y Victor con los que pasamos unos momentos inolvidables, continuamos nuestro camino desde el mismo Wish you were here en autobús (6$) hacia esta tranquila ciudad en las orillas del río Teuk Chhu.

Poblado de pescadores en la otra orilla de Kampot

Desde la estación de autobuses de Kampot cogimos un tuk-tuk (2$) que nos llevó hasta el otro lado del río en una zona muy tranquila en la que se agrupan unos pocos resorts de bungalows. Tras echar un vistazo a varios de ellos decidimos alojarnos en el Naga House, que, a pesar de no ser el más barato (9$ día), fue el que más nos gustó en la relación calidad-precio. Lo mejor de estar en esta zona es la tranquilidad y poder bañarse en las límpias aguas del río. Lo peor es que se está un poco lejos de la ciudad. De todas formas, en todos los bungalows se alquilan bicicletas y motos y a pie no son más de 20 minutos.

La pesca sigue siendo muy importante para los camboyanos

Momento de relax en Naga House

De Kampot, además de su bonito paseo fluvial (donde hicimos nuestros kilómetros de Running for Nepal en Camboya), destaca la arquitectura colonial que perdura desde los tiempos de la Indochina francesa. Aparte de esto no esperes mucho más de la ciudad. Lo mejor es alquilar una moto y visitar los alrededores donde hay algún lago, varias granjas orgánicas y alguna ruta de montaña que merece la pena. También se pueden hacer tours en barco al atardecer donde se pueden ver miles de libélulas y unas puestas de sol espectaculares.

¡Viva La France!

Un momento cualquiera en Kampot

Fueron 6 noches en la costa camboyana en la que compartimos momentos geniales con muy buena gente, disfrutamos de suculenta comida, descansamos y recargamos baterías para lo que nos quedaba por delante. Y siempre con un paisaje de fondo espectacular y un clima perfecto. Unos días geniales en un destino turístico excelente. Esperamos que en los próximos años el sentido común predomine y el turismo insostenible no destruya la todavía salvaje costa camboyana. De momento los primeros resorts de lujo aparecen diseminados por aquí y por allá, y el hormigón comienza a dejarse ver en lugares donde hasta la fecha solo se veía el bambú y las palmeras. Una vez más, desde Con uVe de Viaje nos gustaría recordar la importancia del turismo sostenible y sobretodo del turista con sentido.

Aquí tenéis a Carmen aprendiendo a andar en moto. Nunca es tarde.

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